Me sorprende haber escrito esto en ¡abril de 2005!, a petición de los Obispos españoles, que querían pronunciarse sobre los desmanes sociales de la globalización económica neoliberalmente gestionada. No lo consideraron oportuno y, ahora, ha sido demasiado tarde. Pero lo sorprendente es que, ¡ya en el 2005!, se podían leer críticas económicas sobre la que se avecinaba; bastaba agudizar el oído entre los críticos del sistema y te llegaba el ruido de fondo. No había que ser un experto para tener noticia de las burbujas y el derrumbe. Eso sí, el desplome general en que vivimos no era fácil preverlo, pero que la economía española jugaba a la ruleta rusa en su modo de crecer, estaba ya en el 2005 en la pluma y boca de los expertos más independientes. Yo sólo copiaba. Vean:
“Este modelo de crecimiento, moralmente considerado, no da la talla. La preocupación moral por la economía, subrayando la intención con que nos asomamos a estos datos, mucho tendría que decir sobre estas conclusiones, es decir, sobre el cómo del crecimiento y el cómo de su reparto: empleo, plusvalías, fiscalidad, pensiones, renta básica, etc. Unos tipos de interés muy reducidos, y sucesivas bajadas en el IRPF, han sido el modo de cebar la demanda interna con más consumo, más hipotecas y más ladrillos, y sus efectos más conocidos estos: la llamada burbuja inmobiliaria, la que todo el mundo teme y nadie “acierta” a frenar, una inflación superior a la europea y sin claro control, y un déficit notable en inversión tecnológica y formación. La mala trayectoria del sector exterior es la prueba, por desgracia, de una clara pérdida de competitividad de los productos españoles, junto a una caída de la inversión extranjera en nuestra producción. España no puede compensar, todavía, con producciones de alto valor añadido, los efectos de la llamada deslocalización de la producción. Se puede concluir, por tanto, que España no ha aprovechado bien esta coyuntura de dinero barato y empleo temporal para reforzar su inversión tecnológica y de conocimientos, para dar un salto de calidad competitiva. La aportación del sector exterior de la economía está muy por debajo de lo que correspondería a un crecimiento sano. Pronto podrían aparecer las facturas de este proceder. (Abril de 2005).