De la religión y la moral civil
Navidad y Pascua son los tiempos festivos del año en que mejor se manifiesta el contraste entre el espíritu religioso y la conciencia secular. Hace tiempo que está bien resuelta la cuestión de la legítima diversidad de la gente para vivirlos de un modo apropiado a su conciencia. Esto es muy bueno. Es común, sin embargo, que surja este comentario: “sí, pero que sea conforme a la conciencia y no según unos hábitos comerciales, poco o nada personalizados”. Es un buen apunte y bastante estudiado.
Si seguimos el rastro del tema, observamos que el debate deriva hacia como la religión es parte de la cultura de un pueblo. Es una perspectiva muy importante. Significa que hay que valorar cómo sucede esto y en qué se traduce. A mí me parece muy importante mostrar, en el conjunto del caso, una clave subordinada pero muy vital. Pienso en el lugar de la moral cristiana en una sociedad ideológicamente plural como la nuestra. Para unos parece que sin ella no hay moral, y, a la vez, para otros parece que es una moral superada. Espero que todos estemos de acuerdo en que una moral común y básica, que no mínima, es imprescindible para vivir como personas y hablar de derechos humanos. Lo espero.
Voy a referirme a los míos y de forma directa. Hablo desde el cristianismo católico. No es que la religión tenga que callar moralmente en una sociedad políticamente laica, sino que, como una parte de la sociedad civil, tiene que dar sus razones para construir moral civil. Las razones religiosas del catolicismo son teología directamente tal. No son ética, sino llamadas a la santidad según esa fe. No es lo mismo. La ética siempre se entiende universal, y la santidad se entiende propia de los que tienen esa idea religiosa y para la perfección según esa fe. Las razones religiosas de lo ético tienen ese valor, el de propuesta religiosa hecha a todos, ¡pero religiosa! La razones éticas, también las puede y debe dar la gente de fe, y todo el mundo las entenderá. No digo aceptar, digo entender. Se atienen para ello al lenguaje común e inteligible por todos. (¡Me refiero a la gente que quiere entender, la inmensa mayoría de nosotros, pues los fundamentalistas de toda laya no suelen tener más límite que sus intereses y, al cabo, el derecho penal!). Después de entenderlas, vendrá la aceptación o no por la conciencia de las personas, y por las leyes comunes a través dela democracia. Es otro debate.
Por tanto, el creyente se las ha de arreglar para mostrar la coherencia de los dos caminos y lenguajes, el de al moral y el de la fe, pero a sabiendas de que en uno hace ética y en el otro hace una propuesta religiosa. Si sustituye la ética por la religión, o utiliza ésta como un atajo a la verdad moral universal, falsea la identidad de los dos caminos. Darles convergencia y coherencia a cada uno en su identidad, respetándolas, no es fácil, pero tampoco imposible. Creo que en la Iglesia no tenemos claridad ni hábito sobre este problema y su recorrido está lleno de lugares equívocos y miedos. Nos hemos acostumbrado al atajo de la fe para explicar y justificar la moral. Y creo que buena parte de la sociedad civil no tiene hábito ni claridad para reconocer a las religiones como una parte de la vida civil y, por tanto, como una aportación muy importante a la construcción de una moral civil común. La moral básica e imprescindible para vivir como humanos. La clave está en que toda aportación ética, proceda de quien proceda, hay que traducirla a razón común. ¡Los otros te tienen que entender en el lenguaje humano común, si tienes el propósito de convencer y exigir algo a todos! Hay tarea y es común.
José Ignacio Calleja
Profesor de Moral Social Cristiana
Vitoria-Gasteiz