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En cristiano

Límites éticos del realismo económico

 

El planteamiento de la ética en el ámbito religioso enseguida deriva hasta la vida política. Personalmente me parece lógico este paso. No es fácil. El paso de la fe a la política por la ética, o de la ética a la política, si no hay fe, requiere reconocer que no hay una sola manera de traducirla; por eso lo del pluralismo legítimo de los partidos políticos, para un cristiano y para un ciudadano de bien.

 

El problema es si ese pluralismo es absoluto. Todos decimos que no. Y para ello, al menos la ética cristiana suele repetir algunos criterios de concreción. Son los dela DSI. Siuno va al Manual de la DSI, tampoco resuelve las políticas concretas, hasta poder decir, mejor PP que PSOE, o IU que ERC, o PNV que Aralar, o mejor, socialdemocracia que liberalismo social, etc. Hay un punto de conciencia personal, que te lleva a optar en una salida que te parece más justa desde los más débiles, más honesta desde los gestores, y razonablemente eficaz, desde la realidad. (No me apuréis a hablar del mundo en su conjunto, porque entonces apaga y vámonos en esta discusión).

 

Porque, claro, la mera eficacia de un grupo y un buen resultado a cualquier precio humano, no es plan. Eso ya te lo proporcionan los mercados financieros. Déjalos a su aire, le sumas una gestión a su medida, y viento en popa a toda vela. Y es que esos criterios morales que he dicho intentan traducir el bien común, pero el bien común no siempre es bueno para todos, sino que en situaciones de desigualdad extrema e injusta, ¡cuando suceda, y sucede!, conlleva sacrificios muy distintos en exigencia, lo cual no se traduce en “alegre la mañana que nos habla de ti, buen Dios”, sino en lucha social muy intensa. Y si la democracia, que podría resolver esto mal que bien como armonía razonablemente justa entre distintos, ¡no siempre complementarios, y que todos ganen!, si la democracia, – decía -, tiene que tragar las decisiones de “los mercados financieros”, una tras otra, entonces no está claro eso del bien común. Está muy obscuro.

 

No digo, entonces, que no tenemos una parte de culpa en lo que ha pasado, por haber mordido de la zanahoria durante diez años o más, pero la idea de que el pasado es pasado, y ya sólo queda mirar al futuro y vale todo con tal de salir, no me convence éticamente; eso es política pragmática, que por inevitable, ¡quién lo crea!, hemos de tragar, pero de ahí a “éticamente, buena”, no. Cuando la barbarie es el único camino, sigue siendo un mal. No sé si inevitable, pero un mal. Lo único que en moral, el mal nunca se elige; puede que en situaciones extremas se consienta para evitar otros males mayores; pero elegirlo no, y, hoy, mucho experto y profesional de la política pide elegirlo con buena conciencia, presentado como “una cuestión técnica”. Hummmmm!

 

Y luego, la cuestión de remitir nuestros problemas socio-económicos en su máxima medida a Zapatero, ¡no digo la responsabilidad política, sino la causalidad material! Ya me gustaría que este fuese el problema. En poco tiempo España cambiaba de modelo productivo, y saldría adelante como un cohete. No sé, me temo que todo es más complejo, en causas y culpas; me temo que ni lo partidos, todos, son tan malos como se dice, ni tan clarividentes como se tienen a sí mismos; ni las cosas van mal por los de fuera, ni sólo por los de casa; ni se resuelven porque seamos buenos cada uno, porque requerimos cambios de estructuras, ni las estructuras nos resuelven los problemas, si no mejoramos nosotros. Todo es más dialéctico, y hay que ponderar mejor causas, responsabilidades, medidas, reparto, intereses, ideologías, conciencias… todo lo que pueda pensarse para acertar en cómo ser eficaces, pero sin arruinar la justicia del bien común; y como ser justos, pero sin incurrir en el derroche de lo que necesitamos para generar empleo y liquidez en el ámbito privado y en el público.

 

Pero claro, esto tiene que ver con la capacidad de ahorro, austeridad y buena administración, seriedad laboral, renovación tecnológica, reformas varias, y tiene que ver con pagar impuestos, respetar las leyes, cuidar el gasto social, evitar paraísos fiscales, reinvertir beneficios, olvidarse de los pelotazos en inversiones especulativas, … tenemos muchas más responsabilidades hacia el pasado y hacia el futuro que si Zapatero o Rajoy son más o menos clarividentes y morales. Que sí, que esto también importa mucho, pero no es definitivo ni de lejos. De hecho, pienso que la ética en la política se la ha tenido, definitivamente, que tragar Zapatero por mor de la eficacia, durante este el último año. (Los tres anteriores, los ha vivido en los laureles del primer mandato, soñando que pronto escamparía. Mandato primero, desde luego, cuatro años, que no fue sino la continuación del último del PP. No lo justifica, porque su tiempo exigía esa renovación del modelo productivo con mayor premura, pero es un hecho que he estudiado con detalle).

 

Y por mor de la eficacia, seguramente Rajoy se va a tragar la ética en su política, si bien, como ya está claro el escaso margen de maniobra que tiene, puede haber debate acerca de si el mal moral lo elige o sólo lo consiente en su expresión  más reducida. Pero, lo comentamos cuando empiece a suceder. En fin, que toda posición social que, hoy, agobiada por los hechos, no trate bien el equilibrio razonable entre moralidad política y eficacia económicas, no me convence. Paz y bien.   

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