Se pongan como se pongan, ni Joselito, ni Manolete, ni Ordóñez, ni José Tomás. El torero más brillante de la historia es… Orión, aunque se deje ver principalmente en invierno. Si madrugan algo más comprobarán que para cuando salen los astados de Pamplona, la constelación Tauro ya remonta en el horizonte. En estos días, al par del ojo de este animal, también nos mira la estrella de la mañana: Venus. Es espectacular pero no lo televisan aunque esta carrera es mucho más clásica. Si no están para estos trotes pueden verlo en Stellarium, el programa que el otra día recomendé. Parece que al fin hemos humillado y que no somos capaces de echar la cara arriba. La gran mayoría desconoce cómo tenemos decorado el techo de nuestra casa. Yo no me fiaría nunca de un diseñador que ignorara este detalle.
La Universitat Rovira i Virgili de Tarragona reconoció hace un mes la brillantez de Margaret Geller, otra Venus, otra Hipatia, la gran astrónoma de Alejandría en los albores de nuestra era. (Qué ganas tengo de ver la película de Amenábar). La investigadora del Smithsonian Astronomical Observatory (SAO), ha sido nombrada Doctora Honoris Causa.
El primer éxito ya está en romper no sólo los techos de cristal de las esferas celestes aristotélicas sino en romper los techos de cristal que tienen las mujeres en el firmamento universitario para acceder a los puestos que se merecen.
La doctora Geller fue, con su colega John Huchra, pionera en el mapeado a gran escala del universo. Ha cambiado nuestra concepción del tapiz cósmico, las galaxias no se distribuyen uniformemente en el espacio, sino de manera estructurada multifacial, en forma de filamentos en torno a grandes huecos, como la materia de una esponja. Y descubrió paredes en el espacio como la llamada Gran Muralla.
Al recibir este reconocimiento dijo que una de las cualidades que nos hacen más humanos es la capacidad de maravillarnos. Es a partir de ahí que surge la curiosidad, las preguntas trascendentales, las ganas de conocer, de saber, de explorar el universo. Somos una parte del todo. Presentó From Catalonia to the universe como un viaje por el cosmos desde la perspectiva de Miró, Gaudí y Dalí.
En la entrevista que nos brindó el día de San Fermín en la contra de La Vanguardia desvela:
Hacer ciencia no es descubrir un objeto, sino las conexiones; las redes que lo relacionan. Es desvelar esas conexiones. Y en eso arte y ciencia coinciden: el científico y el artista no descubren ni inventan, sino que conectan. Esclarecen relaciones insospechadas.
Mi padre era cristalógrafo: demostraba la relación entre geometría y naturaleza. A mí me fascinaban sus problemas, y en ellos intuí los patrones de simetría del mapa del universo…
Estos artistas catalanes han podido hacerlo porque el modo en que miramos al mundo – incluso de forma inconsciente- está influido por la realidad que nos envuelve a todos. Por eso pudieron intuir en el cielo la misma geometría que yo he demostrado. Todos los que piensan en el espacio-tiempo en un momento están inmersos en el mismo espacio-tiempo.
No puedes crear sin comprender qué es comprender. Y comprender la realidad es comprender las conexiones de una red siempre abierta.
Magistral. ¡Cómo me suena!. Les recomiendo la lectura completa de esta entrevista . ¿Cuando querrán entender que la historia del arte no se puede analizar desde los paradigmas que niegan lo relacional, desde la más radical negación de lo artístico?.
En la confusión de estos encierros espaciales algunos quieren ver ovnis y extraterrestres y algunos otros se escandalizan. Y tiene su lógica porque el misterio enlaza con recursos misteriosos. Lo que resulta inaudito es que tengan que venir de fuera a desvelarnos lo tangible que tenemos delante de nuestras narices. ¿Será cuestión de narices lo que no queremos ver? Creo que aquí si que hay que echarle valor.