Michel Gondry es un creador audiovisual versallesco, nacido en Versalles, que ha sido capaz de conectar con las grandes artes masivas desde hace unos años, principalmente cine, videoclips musicales y publicidad. Probablemente no se le dará entrada en la élite de los creadores cinematográficos por la excesiva dependencia de las técnicas usadas por él más propias de contenidos cortos, como videos musicales y anuncios y por el apego típicamente french a la estética intelectualizada. Pero sigue causando sensación en los círculos de los creadores de contenidos digamos pop.

Gondry resume su método de golosina visual conforme a términos familiares de la psicología de la enmarcación, es decir, exponer formas conocidas en nuevos contextos, así como producir cambios de contexto continuos en torno a sus personajes, en una alocada sucesión serial surrealista, de lo cual hay multitud de ejemplos en sus producciones.

De algún modo, Gondry reencarna una figura ya perenne y obligatoria en nuestra cultura visual que es la del ilusionista, la del mago de la figuración y la pantalla. Aparentemente no hay nada que reflexionar en las obras del ilusionista, sólo maravillarse. Pero también él cumple su función, bien que implícita y oculta bajo las bambalinas visuales.

Peter Cooper, psicólogo e investigador comercial ha propuesto las siguientes funciones necesaria del ilusionista denómina en las artes de la pantalla:

-Romper nuestra fe en la correlación entre percepción y realidad, burlando continuamente nuestras previsiones perceptivas.

-Aportar una filosofía de la vida de una manera visual, amable, colorista y surrealista.

-El ilusionista visual perturba, estimula y amplia los límites de lo creible, experimenta con su público, lo recrea, le ofrece nuevas visiones, y le lleva a un estado de confusión acerca la verdad de su lógica personal.

Gondry es así miembro de la tercera o cuarta generación heredera del surrealismo, que ha conquistado la escenografía consiguiendo comercializar lo onírico. Uno de sus anuncios ha sido el más premiado de la historia de la publicidad, un anuncio para Levi´s, en clave de cámara subjetiva, filmado en blanco y negro, con ambiente retro y polvoriento de los años 40, donde consigue hibridar el pantalón con uno de los iconos de la libertad sexual, el preservativo, consiguiendo hacer imagen de la marca a costa de un papá tendero que vende bajo cuerda preservativos a un desconocido que finalmente resulta ser el amante de su hija y niña bonita.

Una creatividad que sin embargo encierra un clásico procedimiento del ilusionista-joker: hibridar épocas y espacios, convertir al joven en héroe y cantar su triunfo virtual sobre la sociedad adulta, mostrándola corrupta e impotente ante la violación del mayor de sus tabúes, la protección sexual de sus descendientes.