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José Luis León

Influencias

La influencia colectiva del resentimiento

Adam Smith es conocido sobre todo por su obra “La riqueza de las naciones” donde exponía un saber económico de primera magnitud, pero es mucho menos conocida su obra “Teoría de los sentimientos morales”, uno de cuyos aspectos, la teoría del resentimiento, puede explicar bien buena parte de los fenómenos de influencia social actuales, incluso cuál es el quid del éxito-fracaso de algunos partidos y porqué resisten la erosión de la realidad económica volviendo a resurgir una y otra vez en plan fénix.

Smith y pensadores posteriores como Nietzsche daban gran importancia al resentimiento como fuerza social, y como mecanismo de explicación global. Sus ideas pueden aplicarse para entender fenómenos de toda época y también de la nuestra actual.

La democracia tiene una dimensión positiva en negativo (perdón por la aparente contradicción), es decir, que surgió también para limitar el efecto del resentimiento de grupos sociales con capacidad de poder y excluidos anteriormente de su ejercicio. En este sentido habría dos tipos de componentes en todo partido, el positivo que propone soluciones, y el negativo que convierte a un partido en depositario del resentimiento social de amplias capas sociales.

En la medida, en que un partido sea depositario sobre todo de la simbólica del resentimiento, está más preparado para aguantar la erosión del ejercicio político y la pérdida de votantes haciéndolos temporales.

Nuestro país sufre en buena medida la antiética del resentimiento, es la que explica nuestro escaso agrado por los triunfos o méritos de nuestros coterráneos. Ese estatus psicológico crea sus propias organizaciones. Y al ser una pasión irracional se explica que ideologías basadas en ella resistan eficazmente la lógica, los argumentos, las informaciones ciertas.

Gregorio Marañón diagnosticaba a Tiberio como un emperador bajo el síndrome del resentimiento que, a grandes rasgos incluye estos componentes: irritación contra sí mismo por no alcanzar ciertos objetivos marcados por sí mismo o por su entorno, deseo compensatorio de superioridad moral, de triunfo para compensar la mediocridad social, deseo de venganza contra las menores humillaciones del pasado, generalización a enteros grupos sociales de ese deseo de venganza y ejecución cruel de la venganza una vez alcanzado el poder. Y sinuosidad infinita para alcanzar sus objetivos, cayendo en cualquier clase de adulación personal y colectiva.

Clases bajas frente a clases altas, fue slogan que triunfó en las décadas pasadas, hoy ha pasado a transformarse en la lucha contra el mérito por los advenedizos, que sustentan ideas redentoras para ocultar la incapacidad meritoria, que usan la prédica redentora social para justificar sus exterminios particulares, aplicados sobre personas y sobre completos modos de organización social.

Esta sistemática del resentimiento, una vez arraigado en el imaginario personal y colectivo es el que puede explicar la pervivencia de algunas ideologías y partidos; son un marco de identidad, una válvula de escape para el deseo de dañar a colectivos muy simbolizados, un seguro de malversación histórica y un amparo fratricida.

Posiblemente se necesite el paso de una entera generación para deshacer los efectos perversos del resentimiento que se aplica desde muchos ámbitos del poder educativo, cultural, político, que cuenta incluso con clase funcionarial propia a su servicio (cuando mejor se aprecia el triunfo del resentimiento es cuando se ha institucionalizado). Es la variable sin la cual no se pueden explicar buena parte de nuestros ya sonados fracasos y la incapacidad de aprender de ellos.

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febrero 2010
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