La ceguera voluntaria es un patrón recurrente en la vida de las personas, en la política, en la historia y desde luego en las corporaciones que se supone están regidas por el máximo de racionalidad. Está conectada con el llamado ciclo de la fantasía que genera cursos de acción inconscientemente dirigidos por la ceguera voluntaria, donde todo va bien por un tiempo, durante la llamada “fase de ensoñación”. Fatalmente después sobreviene la fase de frustración, cuando todo comienza a ir mal, y se responde con saltos hacia adelante para mantener viva la fantasía, con el único objetivo de atrasar la evidencia el máximo posible. Cuando llega la explosión de la realidad, se ha acumulado una deuda gravísima por no haber tomado decisiones drásticas a tiempo.
Es lo que ha sucedido con el caso Fagor, la ceguera voluntaria y el ciclo de la fantasía, que ha implicado a miles de personas trabajadoras que no podían creer, no querían creer en el desastre y en el curso de los años han invertido más aún en medidas de salto adelante.
El ciclo de la fantasía agrava la ceguera porque los poderes públicos y los medios no quieren llevar la contraria a los poderes corporativos cuando éstos son tan enormes como en el caso del mundo cooperativista. Saben que los agoreros suelen ser maltratados, y así los ciegos voluntarios se esfuerzan en callar la boca a los que osan advertirles o poner en la más mínima duda sus métodos.
Fagor puede llegar a ser un nuevo caso de estudio paradigmático en las escuelas de negocios sobre la planificación que acaba en ciclo de fantasía y esperemos que otras empresas no estén cayendo en el mismo precipicio. En el año 2007 se editó un libro por una importante editorial de libros de negocios sobre Sistemas de información de empresa, donde se exponía la metodología seguida por el grupo Mondragón para el gran salto adelante, que yo mismo utilicé para algunas lecciones de mis clases de investigación de mercados. Lo que yo entonces no sabía es que todo aquel aparato metodológico, muy bueno en abstracto, iba a ser sólo la tapadera para ocultarse a sí mismos en el Fagor Titanic que ya habían chocado con el iceberg.