Hay varias miopías que impiden a los directivos pensar en las redes sociales como una alternativa interesante para su actividad comercial, ideas en apariencia lógicas que son profundos errores de inhibición.
En la reciente convencion de Marketingsherpa, Jay Baer, autor de “Revolution now”, Revolución ahora” ha expuesto los fallos de percepción más comunes que se dan entre las empresas norteamericanas y que a buen seguro podemos reconocer como fallos típicos en cualquier zona del mundo, la nuestra incluida.
Son los siguientes:
Subestimar a las redes, como propias de un uso juvenil, sin trascendencia de negocio y de reputación comercial.
Subestimar a los clientes, como incultos tecnológicos en redes sociales, o que no se tomarán en serio el informarse.
Considerar que si no se habla de nosotros en las redes sociales entonces no hace falta que aportemos nada, se piensa sólo en las redes como espacios de difamación; si no se nos menciona, entonces no pasa nada. Se ignora la ecuación automática: no eres conocido, no eres fiable.
Tener una perspectiva de recuperación de inversión inmediata, es decir, si no voy a vender de inmediato con una campaña en redes sociales, no sirve. Muy al contrario, la reputación la construye la red cada día más. Y esa reputación en cada nicho de negocio no se construye con una simple página web sino creando una imagen en los social sites.
Un ejemplo de empresa del mercado nacional debiera servir de escarmiento anticipado: se trata de una empresa con una cartera de clientes importante, con numerosas y prestigiosas instalaciones en su haber, con una cuidada página web. Sin embargo, un solo exempleado ha colocado un mensaje extremadamente negativo que está a la misma altura que la voz oficial de la empresa, incluso en google es más visible, por estar en un foro social, mientras que la empresa no está en ninguno. Es decir, una sola persona puede destruir de un plumazo la reputación de una empresa. Por tanto las redes sociales son una espada de Damocles, hay que anticiparse y tener una presencia que pueda contrarrestar las amenazas potenciales de desprestigio. Sólo por eso ya está justificada la inversión en esta neopublicidad.