El nuestro es un mundo paradójico, capaz de crear sistemas de protección del bufo calamita (especie de sapo) y de las variedades animales más ínfimas, pero lleno de desidia para con poblaciones de millones de seres humanos. La hambruna del cuerno de Africa llevaba tiempo siendo objeto de alerta por las ONG´s, pero se ha hecho caso omiso.
La opinión pública es el factor principal que fuerza a los gobiernos mundiales con sentido de la responsabilidad, a actuar en catástrofes humanitarias, como ya se demostró con la hambruna de Etiopía en los años 80, pero la acumulación de catástrofes de todo orden ha ralentizado la sensibilidad de la opinión. Y las propias crisis locales de los países desarrollados compiten por la atención y la agenda de los medios.
Es necesario establecer un sistema de alerta temprana y que esa alerta active mecanismos de acción internacionales con rapidez, antes de que los costes en vidas humanas y de las propias ayudas alimentarias y en estructuras, se hagan mucho mayores. Si la compasión no es suficiente, quizá el argumento de la economía pueda ayudar.
Hasta ahora se decía que la culpa de los desastres humanitarios era de los países desarrollados por su condición explotadora, no es así en el caso del cuerno de Africa, hemos sido injustos con nosotros mismos en esta acusación, sin embargo, es una verdad que la muerte de millones de personas por catástrofe climática sí se nos puede imputar. Si no hemos creado estos nuevos campos de exterminio sí hemos dejado abandonados a su suerte a millones de personas.
Una propuesta inmediata es la creación de un espacio permanente en los medios de comunicación, en todos los medios, un gran hermano panmediático dedicado a esta cuestión, a cómo se está reaccionando, a cómo se está ayudando, a qué está ocurriendo en el interior de los campos espontáneos del exterminio.
Sólo la opinión pública, el gran yo compasivo, puede acelerar la llegada del salvamento y parar esta hecatombe.