Con el boom de internet y especialmente de youtube están prosperando las nuevas leyendas, muchas de ellas apocalipticas y también los negacionismos históricos. Habíamos dotado a la duda sistemática del estatus de nirvana existencial y ahora es el método que nos acosa por todos lados: ya no podemos estar seguros de nada. De las certidumbres totales a las incertidumbres colosales.
Pero no se trata de que sea imposible la prueba sino de que las pruebas no consiguen convetirse en certezas debido a los innumerables mediadores entre pruebas y opinión general. Y no parece posible ya poder probar nada como cierto fuera de las tesis oficiales cuya ventaja es la de que son las más cómodas para todos. Un caso moderno de invulnerabilidad de tesis oficiales ha sido el de J.F.Kennedy, con todas las dudas del mundo sobre la autoría no ya material del asesinato, que ésa siempre es fácil, sino sobre el programador a distancia. El caso de Abraham Lincoln tampoco pudo ir nunca más allá del autor material. Y en nuestro historia-país, el asesinato del que fuera presidente del gobierno, general Prim, quedó igualmente sin esclarecer en sus instigadores. En los magnicidios hay tantos involucrados a corta, media y larga distancia que es virtualmente imposible que prospere el relato completo.
Hay algunas excepciones de todos conocidas a los límites del esclarecimiento. Pero lo que parece destacar con fuerza es la posibilidad de crear hipótesis inalcanzables para la negación y difundirlas por medio de youtube o cualquier otro portal de vídeos.
Contra lo que pudiera parecer no se trata de construcciones delirantes, sino de trabajos metódicos creados sin duda en equipo y que apelan a numerosas disciplinas para hacerlas verídicas. Hay autores que consiguen fabricar best sellers, siendo el caso del Código da vinci o de Angeles y demonios de Dan Brown, donde se sintetizó casi a la perfección datos arqueológicos, históricos, biológicos y mercuriales, y que dan lugar a numerosas secuelas en forma de documentales, conferencias y merchandising mediático variopinto. Otros no llegan a ese nivel pero consiguen dar con teorías catastrofistas próximas sofisticadas como la del planeta Nibiru, que ponen a prueba la precariedad de nuestra cultura astronómica de calle. Detrás se esconden designios comerciales en forma de cursos de nueva conciencia cósmica, documentales, debates en los medios y artículos sin fin, sirviendo a un gran mercado que funciona dialécticamente: unos proponen la tesis catastrofista vendiendola en sus medios y otros argumentan su imposibilidad vendiéndola a los públicos antisupersticiosos.
El marketing de regiones hasta ahora sumidas en la oscuridad de regímenes atrasados está haciendo aparecer notables construcciones de civilizaciones arcaicas y arcanas. Entre nosotros se ha dado también la superchería arqueológica de Iruña Veleia que ha puesto en jaque la capacidad profesional de académicos e instituciones.
Teorías catastrofistas o falsos enigmas colosales pueden servir para recaudar fondos de investigación o proyectos de salvación de la tierra. En la conciencia de todos pesa el hecho de que los campos de exterminio eran del todo increíbles incuso para los más próximos a los matarifes y sin embargo eran del todo reales. Llevamos encima la impresión de que lo más impensable puede suceder, de que lo real superará todas las cotas de las mayores fantasías, y eso alimenta nuestra inseguridad: hay organizaciones capaces de llevar a cabo proyectos masivos a la vista de todo el mundo y sin embargo ese mismo mundo tiene como una incapacidad congénita para percatarse de aquello que está viendo. Quienes llevan a cabo colosales proyectos de transformación humana disponen a la vez de dispositivos masivos de silenciamiento
Lo que se está alimentando es el miedo colectivo, la sensación de pérdida de seguridad y la incapacidad de discriminar entre supercherías y amenazas reales. Pero en ambos casos hay muchos que salen ganando: quienes explotan el mercado de las audiencias por un lado y quienes consiguen que la opinión pública no sepa a qué carta quedarse dejando sin oposición a grandes proyectos colectivamente indeseables pero muy rentables para élites que embridan alta finanza y alta política.