OPINIÓN
La selección española de baloncesto, que no era la favorita en China, ganó de forma inesperada pero con autoridad la Copa del Mundo recurriendo al coraje y al talento de un equipo bien conjuntado y con ostensible hambre de victoria. Es la segunda vez que nuestro país consigue la corona: hace trece años logró la gesta en Japón frente a Grecia. La final de ayer frente a Argentina fue el colofón de un gran viaje hacia la gloria, en el que, bajo el liderazgo de Ricky Rubio y Marc Gasol