Usted quiere enviar una carta a un amigo que, por un suponer, vive en Hong Kong. Le basta con apretar tres o cuatro veces un botón de su teclado para que, en apenas unos minutos, su carta haya recorrido medio mundo.
Viajemos en el espacio y en el tiempo. En 1929 usted reside en Toulousse, Francia, y quiere enviar una carta a su amigo de Dakar. Junta unas letras en ese papel ultrafino que prácticamente ha desaparecido -se inventó para que las cartas pesaran menos y así los correos a caballo pudieran llevar más carta en la misma bolsa- y luego acude a una oficina aeropostal. Paga la tarifa establecida.
En 1929, su carta habría iniciado un viaje maravilloso sobre el mar y el desierto, a bordo de hidroaviones y biplanos que temblaban con la más pequeña corriente de aire. Esa misiva habría sobrevolado a tribus de nómadas del desierto, los penales españoles en Africa, extensiones de dunas que parecerían la piel de un tigre. Habría tomado un respiro en la Casablanca de traficantes, aventureros y mujeres fatales. Si los pilotos que debían entregar su escrito no morían en el camino atrapados por una tormenta de arena, su carta llegaría a su destino. Sería una señora carta. Usted habría escrito sin duda cosas interesantes pero…si su carta pudiera hablar. ¡Qué mundos había visto ese viaje¡ Compárelo con Hotmail.
Acabo de conseguir ‘Viento de arena’, un reportaje de Joseph Kessel -arriba- sobre la ruta de correo aeropostal que unía Toulousse con Dakar. Es una historia sobre los pilotos que trabajaban para el correo aeropostal -entre los que se encontraba Saint de Exupery-, sus hazañas y sus miserias. Me muero de ganas de leerlo porque es un tesoro.
Kessel es un escritor prácticamente olvidado y con obras difícilmente localizables. Y eso que entre sus libros se encuentra ‘Belle de Jour’, que Buñuel llevaría al cine con Catherine Deneuve -abajo, genia- , o ‘El ejército de las sombras’, una obra sobre la Resistencia francesa de la que también se hizo una película. Hace unos años conseguí ‘Tiempos salvajes’, una historia muy dura sobre los pilotos franceses que acudieron a Rusia para apoyar la guerra contra el Soviet tras el triunfo de la Revolución de Octubre. También me hice con ‘El valle de los rubíes’, un reportaje genial sobre el tráfico de piedras preciosas en Asia.
Kessel, que fue piloto de guerra, miembro de la Resistencia francesa y un montón de cosas más, forma parte de una estirpe de escritores y periodistas que ya se ha extinguido. Eran aventureros y vitalistas. Viajaban a donde no se había atrevido a viajar nadie para contar historia maravillosas y sorprendentes. Además, eran unos golfos y sabían apurar hasta la última gota el valor de un día. No sé por qué pero muchos de ellos eran franceses -Blaise Cendrars, el primer Malraux, Henry de Monfreid-. ¡Qué tiempos!
En fin, la próxima vez que manden un correo electrónico, piensen en lo que se han perdido.