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Héroes

Héroe Zapatero

Encima de apaleados, cornudos. Empezábamos a hacernos a la idea del estacazo económico cuando nos caen los lamentos del Gobierno, que se autocompadece por tener que hacernos lo que nos ha hecho. Eso ya no. Pase que nos hayan desplomado la casa, pero se hace cuesta arriba que se nos presenten como víctimas sufridoras. Nos vienen contando lo terrible que ha sido para Zapatero decidir recortarnos. Que lo ha pasado fatal. Que reducir la ayuda al desarrollo fue como si le arrancasen un brazo. Que nadie siente más que el Presidente y sus ministros lo que nos están haciendo.

Que el tío Manolo del ministro Blanco se sacrificaba por su hija.

La verdad: la situación es lo suficientemente seria como para que no la gestionen con pamplinas.

Resulta innecesario que nos relaten que a ZP le disgustaron los ajustes. Sólo faltaba. Pero los Gobiernos se eligen para gobernar, no para que lloren con nosotros. En el discurso en el que nos anunció el Apocalipsis uno de los leit motiv era lo doloroso que le resultaba tomar tales decisiones. Parecía la víctima y no el Presidente.

Ahora se le intenta glorificar diciendo que un gobernante, por responsabilidad, tiene que tomar a veces medidas duras. Pues claro. Pero suena a sarcasmo, tras un par de años haciendo gala de lo contrario.

En el mandato ZP ha sido más importante la construcción del discurso que la realidad. Llegaba la crisis y no era. Se impuso la evidencia, pero la persuasión venció al razonamiento, por lo que se quiso vencerla insuflando optimismo y gastos: pasar la crisis como si no hubiese. La realidad da una nueva vuelta de tuerca y donde dije digo digo Diego, pero el discurso, autonomizado, mantiene su dinámica. No sigue una secuencia lógica. No hay rectificación sobre lo que se decía hace unos días – lo que lo haría inteligible – sino continuidad, por la vía de insistir en las buenas intenciones y hermosos sentimientos del Presidente y de los ministros. Todos nosotros (los altos cargos) sufriremos un mayor recorte en nuestros sueldos que el trabajador que más, han dicho: y en su criterio ese sacrificio parece redimirlos de sus fallas.

Es como si no estuviesen en el Gobierno para gobernar, sino para escenificar sus buenos sentimientos.

La sustitución del análisis por el discurso políticamente correcto ha caracterizado estos años. También la forja mediática del héroe. El discurso no ha girado sobre el socialismo, la igualdad, la eficacia de la gestión o la modernización del Estado, sino acerca del optimismo antropológico del presidente, su voluntad de mantener el gasto social, su solidaridad con todas las fuerzas de progreso y su animadversión hacia la derecha sin sentimientos. Ahora, tras el crack, es héroe por lo que ha sufrido al reajustarnos: por lo que le duele.

El héroe posmoderno – de eso hablamos – no lo es por lo que hace, ni porque asuma riesgos que nadie querría o resuma en sí las necesidades nacionales. Se le heroifica por sus sentimientos, que son solidarios y nos desean lo mejor. En el peor de los casos, le ciega la pasión porque quiere ser uno más de nosotros: más virtuoso pero fundamentalmente uno de los nuestros.

El héroe posmoderno no se presenta como un gran hombre, sino como un hombre que nos acompaña en las duras y en las maduras

Por Manuel Montero

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