Vale, lo confieso. Me he pasado todo el fin de semana jugando al Mario Kart para la Wii. Lógico, si tenemos en cuenta que es uno de los arcades de carreras más divertidos de todos los tiempos y, también, uno de los más veteranos. De hecho, surgió en 1992 para la Super Nintendo y, desde entonces, cada nueva consola de la multinacional nipona ha contado con su propia versión hasta llegar a la que nos ocupa. Tras más de un año desde el lanzamiento de la nueva plataforma de Nintendo, el pasado viernes aparecía por fin en las tiendas. La espera ha merecido la pena.
Había muchas ganas de probar este juego con el nuevo mando con sensor de movimiento de la Wii al no existir simuladores de conducción realmente destacables para la nueva consola de Nintendo. Ha tenido que ser la propia compañía japonesa la encargada, una vez más, de crear un título especialmente diseñado para sacar el máximo partido al nuevo sistema jugable de su plataforma. Por tanto, no es casual que Mario Kart se haya puesto a la venta en un pack que incluye un volante, aunque la combinación del wiimote con el nunchuk también nos asegura un buen control de nuestro vehículo.
Pero tampoco quiero engañar a nadie. Mario Kart es el mismo juego de siempre. Apenas hay diferencias respecto a sus anteriores versiones. Si una fórmula funciona, ¿para qué cambiarla? Eso sí, se aumenta el número de contrincantes hasta llegar a 12, lo que provoca que se originen unas carreras todavía más caóticas y divertidas que en las anteriores versiones. Asimismo, en esta entrega podemos elegir vehículos nuevos como motos y objetos creados para la ocasión, aunque su verdadero punto fuerte es la posibilidad de competir con nuestros amigos vía online. Esa opción asegura una vida casi ilimitada a uno de los productos estrella de Nintendo.
En el apartado gráfico, contamos con un juego que visualmente luce bien, pero que, sinceramente, parece no querer aprovecharse del potencial de la nueva consola. De hecho, este Mario Kart no se diferencia en exceso de la versión para la GameCube. Algo muy preocupante si tenemos en cuenta que ya es la propia Nintendo la que parece descuidar este apartado y se suma al carro de otras compañías que se limitan a trasladar los gráficos de las versiones de sus juegos para la PS2 a la Wii. Afortunadamente, los escenarios son coloristas y muy bonitos, marca de la casa, y no se producen parones en el juego. Pese a todo, es una compra obligada y, sobre todo, muy, muy divertida.