Leo en mi agenda brujeril que hoy, 1 de marzo, se celebran tres aniversarios interesantes. El 1 de marzo de 1692 comenzaban las vistas preliminares de los juicios de las brujas de Salem, un caso de histeria colectiva que acabó con 21 personas condenadas a muerte y ejecutadas por brujería; el 1 de marzo de 1888, hace 124 años (1+2+4= 7), nacía la Hermetic Order of The Golden Dawn, fundada por William Robert Woodman, William Wynn Westcott y Samuel Liddell MacGregor Mathers; y el 1 de marzo de 1975 se formó el Covenant of The Godess, una organización wiccana impulsada por el poeta Aidan Kelly.
Por supuesto, hay una conexión. Bueno, no la hay, pero se inventa, que en estas cosas de brujas y teurgias siempre funciona y encaja a la pulgada. Un aguafiestas como Richard Dawkins o Luis Alfonso Gámez resumiría la historia diciendo que en Salem no hubo brujas, solo ignorancia, puritanismo, fanatismo religioso y superstición, una mezcla explosiva en la que según algunos una intoxicación actuó como detonante. Da igual porque los ocultistas contemporáneos han reivindicado la memoria de las pobres víctimas y han visto en ellas a sus mártires. Buena parte del bagaje esotérico de estos ocultistas fue recogido, moldeado, reciclado o directamente creado y transmitido por la Golden Dawn, conventículo asombroso creado por tres francmasones aburridos que además eran rosacruces. De los tres fundadores el más estupendo era Samuel Liddell MacGregor Mathers -al que vemos en la foto de aquí al lado ataviado de lo suyo-, perfilado por sus muchísimos detractores y por los escépticos como un pícaro pelafustán, la clase de tipo que se llevaría las cucharillas de plata después de tomar el té sin perder las formas y un gran especialista en sablazos (y no hablo de esgrima). Los escépticos, siempre tan materialistas, han llegado a la conclusión de que la Golden Dawn era un montaje de MacGregor Mathers y los otros dos para vivir del cuento, engordar la agenda, quizá la cartera y -dejan caer los más maliciosos- echar algún polvo, que para eso se admitían señoras modernas y un punto descocadas. Algo más debía de haber porque la lista de miembros incluye a personajes como Yeats, Algernon Blackwood, ¡Bram Stoker!, Pamela Colman Smith, Aleister Crowley y Arthur Machen, entre otros. Aquello acabó como el rosario de la aurora (dorada) con todo tipo de escisiones, peleas e intercambio de conjuros y maldiciones de esas que te meten un poltergeist en casa, con lo molesto que es. De nuevo los escépticos simplifican y desde su miope racionalismo dan a entender algo así como que MacGregor Mathers se fue con la caja diciendo que iba a despachar con Los Superiores Desconocidos y que volvía en breve -o algo por el estilo-, mientras los tontos se quedaron con los papeles emborronados con abracadabras y rituales raros.
Y aquí cerramos el ‘círculo’, y no el escéptico precisamente, porque resulta que Aidan Kelly, antes de cofundar el Covenant of the Goddess… había formado en 1968 la New Reformed Orthodox Order of the Golden Dawn, en realidad una agrupación wiccana a la que le pusieron ese nombre como una especie de broma iniciática, que sigue en activo y que, como no podía ser menos, reivindica la memoria de las brujas de Salem.