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Cinco de 2022: la minilista evadida

 

Todos los años digo más o menos lo mismo: esta minilista brevísima con la que cierro cada ejercicio parece un despreocupado capricho, una cosa decidida en cuestión de minutos, una costumbre que requiere tan poco esfuerzo como interés suscita, pero en realidad le doy un montón de vueltas. De hecho, esta misma semana he cambiado dos de los álbumes que tenía más o menos seguros. ¿Son los mejores discos de 2022? Que me maten si sugiero algo parecido, pero son los que, por alguna razón que a lo mejor yo mismo no entiendo, me apetece destacar ahora que ha acabado el año. Me ha quedado una lista inusualmente masculina (once caballeros y una dama, qué mal) y bastante ligera y disfrutable, creo yo (sobre todo si la comparo con la del año pasado).

Los diez discos finalistas han sido los de Sandré, Oneida, La Élite, Big Joanie, Fee Reega, Burd Ellen, Party Dozen, Al-Qasar, Abronia y Pixies. Y también me han gustado mucho, vamos allá, los de Bracco, Bastarda & Sutari, Lagartija Nick, Onyon, Kana Kana, Wormrot, Misþyrming, Josef Van Wissem, Green/Blue, Glaas, Ana Gartner, The Young Gods, GA-20, Nichtseattle, Star Party, Sea Power, Use Knife, Biznaga, Dienne, Leyla McCalla, Şatellites, Loop, Port Louis, Bloodmist, Metric, Deliluh, Gu Vo, MoE & Bruxa Maria, Horsegirl, Wolfgang Flür, BlackLab, Uni Boys, Les Clopes, Diamanda Galás, Ghost Number, Pete Astor, Messa, Olhava, Debit, Mike Baggetta, Feigur, Placebo y Duncan Marquiss. En la sección de EPs, tengo apuntados los de Taxi Kebab, Pantocrator (aunque no sé si es EP, minielepé o qué diablos), Plague Pits (cualquiera de ellos), Le Parody, Nothingheads, Modern Cynics y Rheinzand. Al ajo.

Panda Bear & Sonic Boom – Reset
A estas alturas de la historia resulta muy difícil hacer un disco que sorprenda, pero lo que constituye un reto en toda regla es innovar y divertir a la vez. Panda Bear y Sonic Boom (ya saben, el tipo de Animal Collective y el de Spacemen 3) lo han conseguido con este álbum que parte de una estrategia original y brillantemente aplicada: Sonic Boom se dedicó a samplear y loopear intros y brevísimos pasajes de temas de los 50 y los 60 (los Drifters, Everly Brothers, Eddie Cochran…) y Panda Bear armó nuevas melodías sobre ese andamio a la vez añejo y extrañamente contemporáneo, reconocible y raro. El resultado transmite una chispeante alegría, es una gozosa fiesta viejinueva.

Carolina Durante – Cuatro chavales
Yo, ya lo he contado aquí mismo, tenía bastante ojeriza a Carolina Durante, pero he acabado sucumbiendo a su encanto, su desfachatez y su talento. Este segundo álbum viene cargado de canciones de esas que pueden parecer de broma pero son muy de veras, con versos bien afilados, ímpetu punk y una capacidad insólita para conseguir que el oyente coree desde la primera escucha: se puede hacer mentalmente o, mucho mejor, imitando esa voz que se sitúa sin apuros entre Raphael y Evaristo. Además, como padre de familia, tengo que destacar que Carolina Durante consiguen una tremenda comunión intergeneracional: a mis hijas, de 11 y 7, les gustan tanto como a mí, aunque dudo que sus profesoras aprueben el léxico de letras como Aaaaaa#$!&.

Fuckwolf – Goodbye, Asshole
Lo siento por Oneida, a los que mantenía en la preselección desde el verano, pero al final se ha cruzado en su camino al estrellato evadido este discazo que se han cascado los históricos Fuckwolf. Vamos a ver, que no miento: históricos son, porque llevan diecinueve años de carrera sobre sus espaldas, pero la verdad es que yo no creo haber escuchado jamás a este trío de San Francisco, que, de hecho, no había editado un álbum hasta este Goodbye, Asshole. Ellos mismos definen lo suyo como «una quintaesencia del viejo friki San Francisco», y supongo que algo de eso hay, porque consiguen sumar enfoques anómalos del rock con la naturalidad de quien lleva décadas sumergido en esa colisión de sonidos. A mí me encanta, sobre todo, cuando las guitarras remiten a los Stooges (y no hay tantos grupos que remitan a esa manera de tocar la guitarra de los Stooges) y las bases a la propulsión krautrock. QUIERO ver en directo a esta gente.

Lezón & Limousin – Azkorri
La primera canción de este disco, Ayer vi caer la hoja, es la que más he escuchado este año, y aquí tengo que volver a mis hijas, que ya han aprendido a cantarla haciendo esa pequeña y a la vez grandiosa cesura en el verso «la vida se quedó quieta mientras baila…ba en el aire». Si me tengo que quedar con un segundo de la música de 2022, a lo mejor es ese. Ricardo Lezón y Jaime Limousin han hecho crecer esta nueva y vigorosa rama del universo McEnroe, que mantiene buena parte de las señas de identidad de la banda madre, pero con un tratamiento más electrónico que en sus mejores momentos refuerza esa carga emocional tan característica: ya se sabe (me copio), la maravilla del mundo y la vida y la melancolía de que todo vaya pasando y nosotros también. Estos días de la Navidad, tan minados de nostalgias, son buena época para escucharlos.

Hekla – Xiuxiuejar
Reconozco que, en un primer momento, este álbum de la thereminista islandesa con título en catalán puede tener el atractivo de lo que los ingleses llaman novelty, una curiosidad inusual y chocante. Pero eso es solo el gancho inicial, tan relacionado con la condición casi fantástica del instrumento y su sonido espectral, porque en realidad el disco viene a ser todo lo contrario que esas exhibiciones baratas de theremin a las que estamos tan acostumbrados: Hekla Magnúsdóttir nos guía en una excursión por paisajes penumbrosos e irreales, que combina el silbido trascendente del theremin con la voz grave y dramática del chelo, el otro instrumento que domina, y al final del viaje resulta difícil regresar a la solidez contundente y opaca de la realidad o de otras músicas menos fluidas. Y uno repite, claro.

Nos vamos con Beef Broth, de Fuckwolf, que vale de paso como canción de la semana. Y os deseo feliz Navidad a todos, claro.

 

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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