El suizo H.R. Giger es uno de mis artistas plásticos favoritos. En realidad, si juzgamos a peso por los libros y el material que tengo en casa -un criterio bastante menos embustero que otros-, creo que ocupa el primer lugar de la lista, aunque supongo que eso no me convierte precisamente en el campeón mundial del refinamiento. Durante años anduve un poco obsesionadillo con esas imágenes de pesadilla donde se diluyen las fronteras entre lo orgánico y lo mecánico, entre el hombre y la máquina, y debo admitir, tras un apresurado repaso de su presencia en Internet, que sus obras me siguen pareciendo sobrecogedoras. ¿Impresionar está entre los efectos respetables del arte? Tal vez no, aunque no sé si los pintores del renacimiento tenían eso muy claro.
En fin, les traigo una noticia buena y otra mala. La buena: la UPV acogerá del 18 de octubre al 5 de diciembre la primera exposición de Giger en España. La mala: esa UPV no es la Universidad del País Vasco, sino la Politécnica de Valencia. De todas formas, si en los próximos dos meses tienen prevista alguna escapadita mediterránea, no olviden que pueden hacer un alto -entre cigala y cigala, animal con marcada apariencia gigeriana– para contemplar medio centenar de piezas de este inquietante individuo: se exhibirán diseños para las películas Alien y Dune, biomecanoides y alguno de los célebres retratos de Li, el gran amor del artista. Recoge la Wikipedia que la mujer, que se suicidó en 1975, destrozó horrorizada el primero de estos cuadros, en el que su rostro aparece típicamente rodeado de serpientes, agujas, huesos y otros bultos más o menos orgánicos.