Hay álbumes en los que resulta especialmente difícil escoger una canción que represente al conjunto: son discos con un claro sentido de unidad, más allá de la recopilación circunstancial, y da la impresión de que cualquiera de sus temas queda un poco cojo si se le separa de sus compañeros. El segundo álbum de Tales Of Murder And Dust es de esos: la música fluye sin prisas, con la insistencia necesaria en cada pasaje para que el ánimo del oyente se vaya impregnando de su tono, más o menos homogéneo a lo largo de los siete cortes. El quinteto danés (que se colocó ese raro bautismo en sus primeros tiempos, cuando sus principales influencias eran la música surf y las bandas sonoras de Morricone) es una de esas incontables bandas que practican una psicodelia impregnada de shoegaze y post rock, atmosférica y tirando siempre a lo pesaroso, con la peculiaridad de que su uso de instrumentos como el violín, el sitar o los teclados les acerca a menudo al drone, a esos sonidos que se prolongan en el tiempo hasta revelar una trama rítmica y armónica.
Ante la dificultad, he tirado por el camino más fácil: Tidal Wave es la canción que abre el disco y también una de las más largas del lote, ya que se extiende hasta los nueve minutos. También creo que es una de las que evidencian con mayor claridad la influencia de The Velvet Underground que suelen declarar los miembros del grupo, por los ecos de la viola de John Cale y de los ritmos más narcotizados de Moe Tucker. Y, además, presenta una notable ventaja sobre las demás: si se quedan con el reproductor en marcha, acabarán escuchando el álbum entero, que es lo más recomendable.