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La patrulla rockera

 

Desde que me he levantado, mi banda sonora es una sucesión de episodios de La patrulla canina, porque ese es el triste destino de los padres, pero eso no me ha impedido disfrutar en este rato de la obra de un par de músicos: les he estado leyendo. No ocurre tan a menudo, pero a veces la actualidad nos brinda intervenciones públicas interesantes de artistas famosos, y hoy se me han juntado dos, así que he pensado traérselas por aquí, por si acaso ustedes están viendo Los octonautas o Umizoomi y también necesitan distracción. La primera es un comunicado de Bruce Springsteen, que ha decidido suspender su concierto de mañana en Carolina del Norte a modo de protesta por la aprobación de la llamada Ley del Baño, que (entre otras medidas igualmente retrógradas) prohíbe expresamente a los transexuales utilizar los retretes que coinciden con su identidad sexual. “En mi opinión, la gente que no puede soportar el progreso que ha hecho nuestro país en reconocer los derechos humanos de todos nuestros ciudadanos intenta así revertir ese progreso -plantea Springsteen-. Algunas cosas son más importantes que un concierto de rock, y esta lucha contra el prejuicio y la intolerancia, que está en marcha mientras escribo, es una de ellas. Esta es la manera más fuerte que tengo de alzar mi voz para oponerme a aquellos que siguen empujándonos hacia atrás en lugar de hacia delante”. No se puede negar que es una actitud valiente, aunque seguramente los frustrados fans de Carolina del Norte no lo verán tan claro.

De otro tipo son las palabras de Lars Ulrich, el batería de Metallica, que se ha encargado del discurso previo a la entrada de Deep Purple en el Rock And Roll Hall Of Fame, esa cosa desconcertante y misteriosa que seguimos sin entender. El bueno de Ulrich es un tipo articulado y asombrosamente ameno, al menos cuando diserta sobre la historia del heavy y sus personajes: hace unos meses ya leímos con interés su despedida a Lemmy, una combinación muy interesante de anécdotas personales y de reflexión sobre la figura del difunto. Con Deep Purple, que es uno de sus grupos favoritos, ha repetido la fórmula: evoca, por ejemplo, su fascinación al verlos actuar por primera vez en Copenhague, cuando tenía solo 9 años, y cuenta que sigue teniendo junto a la cama una foto de Deep Purple que le regaló un amigo, en la que su cabeza sustituye a la de Ian Paice (“lo siento, Ian”, añade). Ulrich reivindica la importancia de los Purple, que para el público estadounidense no está tan clara, los sitúa al mismo nivel que Black Sabbath y Led Zeppelin e incluso recomienda unas cuantas de sus canciones, aunque al final tiene que hablar de la inevitable. “Pero esperad, hay otra canción, ¿verdad? La que todo el mundo conoce: Frank Zappa, un casino que arde junto al lago suizo, el fuego subiendo al cielo… Tiene quizás el riff de guitarra más clásico de todos los tiempos, lo primero que todo el mundo aprende en la guitarra, el riff que ha sido prohibido en las tiendas de instrumentos para preservar la salud mental de los trabajadores. Y eso es absolutamente cierto. El riff que incluso yo, el guitarrista más iletrado del universo conocido, soy capaz de tocar”. Se refiere a esto, claro.

 

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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