Mala cosa si tenemos que empezar a entendernos con el ordenador a viva voz, como auguraba Bill Gates en una entrevista reciente. No tengo ningún fetiche tecnológico y no me importa que desaparezcan teclados ni ratones si los reemplaza un artilugio razonable, como la pantalla virtual sobre la que operaba Tom Cruise en ‘Minority Report’, siempre que la tecnología de los desodorantes avance de manera acorde, pues al agente Anderton se le veía agobiadillo con su theremin profesional. No me seduce nada la idea de que el discreto encanto de los locales dotados de WiFi se pierda porque haya que dictar las órdenes al ordenador. Todavía encuentro atroz oír a gente que habla aparentemente sola en voz alta por la calle, si no pronuncia incoherencias sobre el “lehendakari” o “su majestad el rey de España”, como el pirado que suelo cruzarme en el puente del Arenal. Aunque, al final, es una cuestión de dinero, seguro: teclados y ratones son periféricos baratos, pero comparados con las cuerdas vocales, que el usuario lleva de serie, son una hemorragia de millones. Y hablando de dinero, ya han llegado a las librerías los almanaques para 2007 protagonizados por los personajes habituales -Snoopy, Garfield, Paulo Coelho- y una notable adición: el calendario de don Mario Benedetti, que no debería faltar en la mesa de trabajo del mileurista modélico.