Había oído tanto y tan bueno sobre el grupo mallorquín Antònia Font que me daba miedo ponerme a escucharlos, porque daba por hecho que iban a defraudar esas colosales expectativas. Además, recordaba que los había visto en algún ‘Rock de Lux’ de hace años y no podía dejar de imaginarme a unos tipos con gafas haciendo post rock, ya ven cuánta ignorancia, y eso sólo porque hubo una época en la que casi todos los grupos que salían en esa reputada revista llevaban gafas y hacían post rock. En fin, resulta que estaba equivocado una vez más: el último álbum de estos chicos, ‘Batiscafo Katiuscas’, es simplemente una obra maestra del pop y ellos se retratan de la guisa que ven, como unos Aviador Dro con el ‘Simón’ de su adolescencia futurista.

Las canciones de Antònia Font tienen en su estructura algo de cantautoriles, pero no echen a correr despavoridos, porque eso se combina con unos arreglos creativos, una instrumentación juguetona y unas letras de poesía surreal, al menos hasta donde yo entiendo el idioma de los Països. Uno no puede evitar relacionarlos con la facción estrafalaria de la música catalana, la de visionarios como Sisa o el primer Albert Pla, aunque a lo mejor el vínculo es más lingüístico que otra cosa. En el plano internacional, a mí me traen a la cabeza a mis siempre reivindicados Grandaddy, sobre todo por el ambiente de nostalgia dulzona y por la combinación de clasicismo en la melodía y marcianidad en la ejecución. Pero a lo mejor a ustedes les pasa como me ocurría a mí, que todo esto les entra por un oído y les sale por otro y siguen imaginándose a un grupo lo suficientemente aburrido como para
ponerse un nombre que parece de cantautora, así que les daré un datito personal: este fin de semana me han sobrado dos mil y pico canciones del reproductor de emepetrés, porque he escuchado ‘Batiscafo Katiuscas’ cinco veces seguidas, y eso no me pasaba desde… buf, a lo mejor me tengo que remontar a cuando aún leía ‘Rock de Lux’.