Me he dejado convencer para ir al concierto de Glamour To Kill en el Rock Star de Bilbao y, la verdad, vuelvo bastante aburrido. Les sitúo, por si acaso: existe un personaje llamado Luis Miguélez que tocó la guitarra con Dinarama, pasó por algunos proyectos menos memorables y editó junto a Fabio McNamara uno de los mejores discos del rock español de los últimos diez años, ‘Rockstation’. Les sitúo, por si acaso: existe un personaje llamado Fabio McNamara (en ocasiones, y según el sexo aparente, Fanny McNamara) que empezó cantando cabaré ganso junto a Pedro Almodóvar, desapareció de la escena musical durante unos añitos y emergió como emplumada ave fénix con uno de los mejores discos del rock español de los últimos diez años, ‘Rockstation’. A Pedro lo conocen todos, seguro, porque es un señor que
hace películas muy vistas, así que corto aquí la mareante espiral explicativa.

El caso es que ‘Rockstation’, obra del tándem Fabio McNamara-Luis Miguélez, me parece uno de los mejores discos del rock español de los últimos diez años, dicho queda. Y sin embargo, Glamour To Kill, proyecto actual de Miguélez, me aburre sin remedio, así que vengo del Rock Star preguntándome por qué. Creo que todo es cuestión de poses: la de McNamara, exageradísima como la que más, me gusta, me divierte y -hasta donde eso se puede decir de una pose- me parece el sincero reflejo de un dislocado interior. Sólo él es capaz de cantar con estilo letras como “dos maricas muertas congeladas vivas en París”, “mucho guiri, mucho gay, mucho guirigay” o “eres un black zafiro, eres un puercoespín, eres un ziggy stardust, eres un telefilm”. En cambio, la pose del vocalista de Glamour To Kill, que responde por Antonio Glamour, me resulta cargante al cabo de quince minutos: si me permiten recurrir a la misma expresión de siempre, creo que él va de guay y, en cambio, McNamara no. Se lo cuento por si alguno de ustedes ha estado en el concierto y me ayuda a aclararme las ideas.