Foto: Samuel Fonseca

El dúo asturiano Fasenuova era una de las células más importantes del underground en nuestro país: destacaban por su planteamiento esencialmente libre, que los llevaba a no ser esclavos de sí mismos, algo no tan habitual cuando uno ya se ha hecho un nombre (una leyenda) que acaba encasillándolo. Su música electrónica/industrial podía ser extrema o dulcemente melódica, abrupta o bailable, incluso todo a la vez. Fasenuova lo dejaron hace tres años y aquí tenemos a la mitad del dúo, Ernesto Avelino, que acaba de lanzar su segunda referencia bajo el nombre de Cachito Turulo. Es un disco que ya impacta sin necesidad de escucharlo, por su título (Sexo salvaje a escondidas) y por su portada, un primer plano de un Ernesto sonriente que tiene algo de subversivo, quizá por su apariencia de foto cotidiana, quizá por su distancia de la estética acostumbrada del show business, quizá simplemente por ese título que lo recontextualiza.

Cachito Turulo ofrece aquí una música minimalista, de bases austeras y repetitivas sobre las que su voz canta versos sugerentes, misteriosos, como revelaciones. Quizá sea también un condicionamiento del título, pero todo suena llamativamente íntimo, cercano, como si estuviésemos encerrados con el artista en una habitación o flotando junto a él en el espacio. De las cinco canciones, me gustan especialmente la última (Ángel de Andrómeda) y esta, la primera, Ganada, que por algún motivo me hace pensar en el Cold Cell de Coil: supongo que tiene que ver con esas bases que pueden evocar la música antigua y dan al conjunto un aire casi religioso, de recogimiento, de oración susurrada.