Richard Norris es un veterano de la música electrónica británica cuya trayectoria, además de proyectos propios como los exitosos The Grid, engarza en un mismo hilo a figuras tan imprescindibles como Joe Strummer, Genesis P-Orridge, Pet Shop Boys, Marc Almond, Bryan Ferry o Robert Fripp. Pero creo que, en realidad, esta primera frase introductoria no sirve más que para despistar, porque no acabo de ver que ninguno de esos nombres tenga mucha relación con el sonido de nuestra canción de la semana. De hecho, ya he creado confusión nada más empezar con lo de música electrónica: aunque Norris se mueve habitualmente en ese terreno (y, de hecho, lo han descrito alguna vez como «el músico electrónico para los músicos electrónicos»), su proyecto más reciente entronca directamente con el folk psicodélico de los 70, aquella música a la vez cristalina e inquietante, como un bucólico paisaje de la campiña en el que acechan fantasmas.

El grupo se llama The Order Of The 12 y lo completan la vocalista Rachel Thomas y el guitarrista Stuart Carter, que toman como punto de partida el folclore del sur de Inglaterra y referencias de culto como Trees o Mellow Candle, aquella banda en la que cantaba una Clodagh Simonds casi infantil. Las canciones del primer álbum de The Order Of The 12 suenan accesibles en un sentido pop y, a la vez, insinúan un trasfondo pagano y ritual, tan propio de cierta música tradicional inglesa: el propio sello destaca que el disco se grabó «a la vuelta de la esquina» de donde vive su majestad Shirley Collins, que algo sabe de estas cosas. Si las brujas tuviesen su emisora de FM, en ella sonarían hits como este Wishing Well, es decir, el pozo de los deseos.