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El ‘Brexit’ sentimental

 

Foto: Carl de Souza/AFP

 

Sé que el Reino Unido seguirá en el mismo sitio, a un salto de avión, y que la geografía lo condena a seguir siendo europeo, pero no puedo evitar que el Brexit me provoque un fondo de tristeza. No esperen hondas reflexiones sobre barreras al inmigrante, desconfianza entre los pueblos y cerrazón mental, porque esto va a ser simplemente un suspirillo sentimental: pensaba anoche que, en cierto modo, pasé en Inglaterra lo mejor de mi adolescencia. En sentido figurado, claro, porque físicamente seguía en el barrio Madre de Dios de Logroño (a mí la geografía me condenaba a eso), pero muchos de los ratos más trascendentes de aquellos años, los que recuerdo ahora mismo como más puramente adolescentes, los pasé envuelto en música británica. De allí venía el primer disco que me compré (Crises, de Mike Oldfield, que desencadenó cierta obsesión por este hombre) y de allí procedían los dos grupos que provocaron un cataclismo en mi vida y que me acompañan desde entonces (The Cure y Joy Division, claro). A eso se añade el impacto que tuvieron en el Carlitos desorientado y pazguato de los 80 álbumes como el hermosísimo Blue Bell Knoll de Cocteau Twins (todavía hoy me lo pongo y mi cerebro se libera de treinta y tantos años), el Darklands y el Psychocandy de The Jesus And Mary Chain, el Music For The Masses de Depeche Mode o el Never Mind The Bollocks de Sex Pistols. En tercero de BUP, un profesor de inglés protestante y muy lanzado nos llevó de viaje de estudios a Londres, un destino que en aquella época no era nada habitual para un instituto público de provincias, y a mí me entraban temblores cuando me topaba con camisetas de Joy Division (tanto, que acabé llevándome una medium porque la emoción me hizo olvidar la talla) o al comprarme en la Virgin el Substance de New Order (el único disco -doble, eso sí- que mi presupuesto me permitió traerme de allí).

Y eso por no decir que buena parte de mis lecturas de infancia y adolescencia correspondían al eje, para algunos perverso, Enid Blyton-Agatha Christie. Ay, cómo sería yo, cómo seríamos muchos, sin esa huella que el Reino Unido ha dejado en nuestras vidas. En aquel Crises tan ochentero venía una canción titulada Foreign Affair, algo así como asunto exterior, que no iba de política pero a mí me encaja. Ah, lo editó el señor abanderado de la foto de arriba, Richard Branson, el fundador de Virgin.

 

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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