Mark E. Smith era una especie de ser mitológico, una bestia rabiosa y testaruda que parecía haber renunciado voluntariamente a los tontos compromisos de la humanidad. La carrera de su grupo, The Fall, se convirtió en una de las más singulares de la historia de la música popular: a lo largo de cuarenta años, Smith se las ha arreglado para sacar adelante su particular visión del rock, concretada en un sonido obcecado y anómalo que resultó ser una fuente continua de hallazgos. Las canciones de The Fall, que lo mismo beben del rockabilly que del Krautrock, suelen caracterizarse por unas bases repetitivas y cerriles, con cierta apariencia de inacabadas, sobre las que el airado Smith vocifera versos incomprensibles con entonación decididamente amusical. “Siempre diferentes, siempre iguales”, como los describía su admirador John Peel. A cualquier otro, esos condicionantes estilísticos le habrían dejado sin ideas al cabo de un disco o dos, pero el malencarado vocalista de Salford supo sacarles partido en más de treinta álbumes de estudio y en incontables directos y recopilaciones más o menos cogidas con alfileres. Bien es verdad que siempre dominó el difícil arte de cambiar de músicos sin que le temblase el pulso, hasta dejar por el camino decenas de exmiembros de The Fall.
Porque Mark tampoco parecía del todo humano en lo extramusical: era el padre de todos los cascarrabias, el gran capullo del fondo del pub, un tipo hosco, desabrido hasta la agresividad, tan borde que resultaba entrañable siempre que no lo tuvieses demasiado cerca. Otros artistas iban dulcificando su sonido y su carácter con el tiempo, pero él se mantenía esquinado y enfrentado al mundo, despótico y cáustico. Sus fans lo querían (lo queríamos) así, como un referente inconmovible que dejase en evidencia, por puro contraste, todas las bobadas de este mundillo de vanidades. Esta noche se ha confirmado su muerte, con 60 años, y es como si se hubiese muerto un género entero.
Vamos a despedirlo con mi canción favorita de The Fall, pero, si se quedan con las ganas, tienen más aquí o aquí.