Pylar son una de las criaturas más extrañas del rock nacional, un colectivo sevillano con raíces en bandas como Orthodox o Blooming Látigo que combina un sonido sin ataduras (entre el metal, el rock progresivo, el jazz y la experimentación) y una filosofía obtenida a través de una mareante cocción de saberes ancestrales y arcanos: hablamos de una banda mistérica, esotérica, alquímica, cabalística, incluso neolítica, pero que también defiende la risa como liberación del ego y preliminar necesario para esa posesión a la que aspira su música. Desde aquel Poderoso se alza en my de 2013 que fascinó al druida máximo Julian Cope, sumo sacerdote del rock oculto, su discografía erizada de íes griegas ha pasado por asuntos como la huida de la Triple Diosa Oriental (He venydo a reclamar my trono), la transmutación alquímica (la casete La gran obra, con una cara B que era un espejo de la A, es decir, el mismo tema al revés) o el simbolismo megalítico (Pyedra) hasta llegar a su nuevo álbum, A ella te conduce la sagrada espyral, que ellos describen esclarecedoramente como “una cosmogonía neolítica”. Con una rica instrumentación que incluye trompa, violín y mandolina, el disco, editado por el sello asturiano Humo, es un viaje iniciático en el que cabe krautrock cósmico, doom mutante, ritmos procesionales que desembocan en free jazz, cuerdas paganas y, como colofón final, estos nueve minutos de Sagrada espyral que arrancan con órgano litúrgico y terminan como Black Sabbath en algún caldero del infierno. Una gozada, vamos.
(hay una versión más larga de este texto, pero me temo que es solo para suscriptores del periódico).