Siento debilidad por los grupos que parten de una premisa estilística aparentemente disparatada, así que no podía resistirme a la idea de un proyecto que combina black metal con blues y espirituales americanos. Casi obliga a hacer el chiste sobre un black metal negro de verdad, y de hecho el propio responsable de Zeal & Ardor (Manuel Gagneux, suizo afincado en Nueva York) ha reconocido que su punto de partida fue una ocurrencia con pretensiones de ser graciosa, un reto lanzado en las aguas revueltas del tablón 4chan: alguien le desafió a mezclar black metal con “nigger music”, expresado así, con esa diplomacia tan propia de esa web. Lejos de ofenderse (sí, Gagneux es “medio negro”, como él dice) o de amilanarse, el hombre puso manos a la obra y acabó encontrando cierta lógica al empeño: “Creo que hay una conexión entre ambas: son formas de rebelión -explica en una entrevista-. Aunque la música de los esclavos no sea exactamente desafiante, sigue mostrando el triunfo de la voluntad de la gente. Creo que hay paralelismos, por ejemplo, en el cristianismo impuesto tanto a los noruegos como a los esclavos americanos, y me pregunto qué habría sucedido si los esclavos se hubiesen rebelado de una manera parecida a la de Burzum o Darkthrone”.
El resultado es extraño y atractivo. En el primer álbum de Zeal & Ardor, que luce el bonito título de Devil Is Fine, este tipo audaz se las ha arreglado para crear y grabar una especie de espirituales satanistas que parecen auténticos y añejos, como una rama perdida de la etnomusicología, y los ha envuelto en sonidos que beben del metal pero también de la música electrónica y cualquier otra cosa que le ha venido en gana. A modo de resumen gráfico de su sonido, las portadas del álbum y los sencillos muestran auténticas fotos de esclavos a las que ha superpuesto el emblema de Lucifer.