Escuché Victoria un par de veces y pensé que estaba bien, que sonaba muy disfrutable, pero que, en fin, tampoco era como para tirar cohetes. A la mañana siguiente, me levanté tarareando el estribillo de una canción que era incapaz de identificar: era una melodía clásica, como de pop elegante de los 80, que se perpetuaba en mi cabeza sin ninguna intención de marcharse. Tuve que repasar el historial de escuchas de la víspera (menos mal que, en estos tiempos, casi todo queda registrado) hasta dar, sí, con Victoria, el segundo adelanto del segundo álbum de Beverly. Y aquí me tienen, tirando cohetes.

No conocía de nada a Beverly y al principio pensé que era una solista que se llamaba así. Pero no: en realidad se trata de un grupo, reducido actualmente a dúo, aunque sirve fundamentalmente como vehículo para las composiciones de su vocalista y líder, que atiende por el bonito nombre de Drew Citron. Son de Nueva York y tienen buenos amigos: Victoria está escrita a medias con Kip Berman, de The Pains Of Being Pure At Heart, y desde luego comparte con esta banda su devoción por la melodía pegadiza. Pero, además, me encanta la producción, que me suena acogedora, cálida, muy poco indie, como si estuviese escuchando un disco de las Bangles o de Kirsty MacColl o algo así. «Oh, Victoria, ¿por qué necesitas que te adoren?».