Leo en una nota de prensa de su discográfica que el guitarrista danés Nicklas Sørensen es conocido, sobre todo, por la psicodelia más o menos improvisada de su grupo Papir, a los que confieso no haber escuchado jamás hasta hace un rato. Pero el texto puntualiza que, pese a su reputación como músico durillo, nuestro hombre de hoy también admira profundamente a referentes alemanes como Michael Rother (el de Neu! y Harmonia) y Manuel Göttsching (el de Ash Ra Tempel), dos especialistas en utilizar la guitarra con estrategias alejadas de las prácticas convencionales del rock. Y, desde luego, nadie pondría esa afirmación en duda al escuchar Solo 1, el tema que abre su álbum de debut en solitario, casi siete minutos en los que guitarras de consistencia líquida fluyen sobre unas bases hipnóticas, en un éxtasis directamente emparentado con aquellos maestros del krautrock más contemplativo. La música de Sørensen, comparable en los pasajes menos rítmicos a aquel disco de Noveller que tan loco me volvió el año pasado, es de esas que podrían no terminar nunca: si algún día les condenan a escuchar una canción en bucle sin descanso, este Solo 1 no sería mala opción.