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Cinco de 2010

Ahí les van los cinco discos que más me han gustado este año, dentro de la ínfima parte de la producción mundial que he escuchado. La cosa ha quedado pintoresca, quizá demasiado, pero al menos no parece estandarizada. Ya saben que pueden aportar sus favoritos en los comentarios, que siempre es mejor que insultarme por haber incluido un disco de folk bosnio.

F.A.N.T.A. – Está escrito en tu mano. Me parece de ley que aparezca el primero, porque es, con mucho, el disco que más veces he escuchado este año. A veces nos complicamos la vida con reflexiones pretendidamente sesudas, intentando calibrar la aportación de alguien a la historia de la música, y nos olvidamos de los artistas que más nos han hecho disfrutar: el trío de Santa Coloma sigue empeñado en su punk-pop ramoniano (ellos dirían que no tanto…) con sus letras de perpetuos adolescentes adictos a la serie B, pero su cabezonería da unos resultados cada vez mejores. Ideal para escuchar con cascos por la calle y sentirse un quinceañero impetuoso.

Amira Medunjanin & Merima Kljuco – Zumra. La lista de este año es un raro yin y yang con una parte eléctrica, a veces muy salvaje, y otra parte de folk que podría escuchar mi abuela. Sobre todo, si mi abuela fuese bosnia: la vocalista Amira y la acordeonista Merima Kljuco han creado un disco austero, limpio y bello, casi siempre melancólico y a veces espectral, que triunfa en ese difícil reto de conciliar tradición y originalidad: los arreglos de algunas canciones son casi experimentales, con el acordeón transformado en una máquina de crear texturas incómodas. Y Amira, por supuesto, tiene una de esas voces portentosas que cantan lo más difícil con toda la naturalidad del mundo, algo que se agradece particularmente en estos tiempos tan equivocados, cuando la televisión inculca que cantar bien consiste en hacer aspavientos incluso con la melodía más fácil. Ah, la última canción, Jo hanino tu hanina, una despedida alegre en la que las dos chicas cantan a dúo, es un tema sefardí en español: «Los hijicos que nos nacen, como la luna y el sol…».

Triángulo de Amor Bizarro – Año Santo. Antes de nada, confesaré que me costó entrar en el segundo álbum del grupo gallego y que me pasé un tiempo diciendo que me gustaba más el primero. Ahora preferiría que no me hiciesen elegir: Triángulo de Amor Bizarro han sabido profundizar en su estilo, tan personal y tan definido desde el principio, y han creado un meteorito grandioso que se desploma sobre nosotros desde el espacio exterior, con trallazos que hermanan ruido y melodía (el arranque con De la monarquía a la criptocracia y Amigos del género humano es arrollador, y El culto al cargo no le va a la zaga) y enfermizas exploraciones que revitalizan lo mejor del afterpunk (Año Santo, Muchos blancos en todos los mapas). ¿Me dejan decir obra maestra? Pues eso. Y, si no me permiten el exceso, diré sólo que llevaba muchos años esperando que el rock español diese un grupo así.

Chumbawamba – ABCDEFG. Un brusco volantazo y volvemos al folk. A lo mejor los más viejos de la casa recuerdan a Chumbawamba por su gran éxito Tubthumping, un tema de pop-rock noventero, coreable y bastante cansino. El colectivo anarquista británico ha pasado por distintos avatares y ahora es, básicamente, un grupo de folk que compone canciones nuevas con arreglos acústicos y melodías que podrían ser de hace siglos. Este es un disco temático, cuyas letras se centran en la música y el hecho de cantar a través de historias peculiares: desde torturar al cantante de Metallica con discos de Simply Red y Chumbawamba (Torturing James Hetfield) hasta el etnomusicólogo al que los pueblerinos engañan, vendiéndole canciones inventadas como si fuesen arcanas joyas del folclore (The Song Collector). Puede que le falte la emoción del genuino folk, pero a mí me entusiasmó desde la primera escucha, y me intriga por qué no ha tenido mayor repercusión.

Burzum – Belus. Varg Vikernes, ese hombre de ideología tan detestable que casi parece una parodia, ese individuo cuyos seguidores nos han proporcionado algunos de los comentarios más divertidos de este blog, recupera la electricidad tras pasar quince años en la cárcel por matar a su compañero Euronymous e incendiar iglesias. Y, nada más reenchufarse, ha vuelto a producir un disco mayúsculo en el estilo que él se inventó: obsesivo, áspero, tenebroso y desesperanzado, con canciones como himnos de guerreros muertos. Nadie le iguala a la hora de crear ese tipo de paisajes sombríos, sin colores ni ilusión. Si sienten escrúpulos por las peculiaridades del artista, pueden leer las letras en español para comprobar que el empacho de mitología nórdica no invade áreas sensibles: se oyen cosas más nazis en algunos canales de la TDT.

A un paso de los puestos de cabeza se han quedado Klaus & Kinski, Banque Allemande, John Grant y Los Punsetes. Y, además, me han gustado mucho los discos de Admiral Radley, Nina Nastasia, Charades, Paul Collins, Swans, Scout Niblett, Inquisition, The Fall, The Drums, Eilen Jewell, Triptykon, Ufomammut, Jenny & Johnny, Wyatt / Atzmon / Stephen, Crocodiles y Astrud & Col·lectiu Brossa.

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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