Los coruñeses Triángulo de Amor Bizarro, grupo de cabecera de este blog, tocaron ayer en Bilbao por segunda vez en poco más de dos meses. Y volvieron a estar estupendos: pago más a gusto los diez euretes de la entrada por una sola canción de su concierto (la primera, Mal como efecto de mala voluntad, resulta particularmente impactante) que por la hora y cuarto de muchos grupos. Lo de Triángulo es una mezcla arrolladora de modernidad y atavismo, de melodía y estruendo, de extrañeza y reconocimiento: aunque cada vez identifico menos referencias claras en ellos, siguen entroncando perfectamente con el tipo de música que siempre me ha gustado más. Y tienen unos cuantos hits infalibles: del último álbum, por supuesto, De la monarquía a la criptocracia y Amigos del género humano, pero también exploraciones afterpunk como Muchos blancos en todos los mapas o Año Santo. Intentar acordarse de los títulos es un saludable ejercicio para prevenir el Alzheimer, aunque tampoco debe obsesionar al fan: en el anterior concierto, me llevé el folio con su lista de canciones y comprobé que ellos, como todo el mundo, las llaman por la palabra más significativa de la letra. Ah, ayer se despidieron con la versión de Lento, de Julieta Venegas, que han grabado para Fonogramáticos (aquí pueden descargar el recopilatorio). Y la pregunta tenebrosa es: con un disco que se está aupando a los primeros puestos de cantidad de listas de fin de año, ¿cómo puede ser que Triángulo sólo reunieran a cincuenta personas en una metrópoli de vanguardia como Bilbao?
El concierto tuvo un plus y un… ¿minus, se diría? El plus fue que, antes de empezar, sonaron en el Rock Star tres canciones de uno de mis discos favoritos: Psychocandy, de The Jesus And Mary Chain, una biblia del rock chirriante que un servidor jamás había tenido ocasión de oír en un bar. ¡Qué gusto escuchar In A Hole y Taste Of Cindy a un volumen decente! ¿Y el minus? Grrrrr, el batería me vendió en el puestecillo una camiseta de la talla L, sí, pero de la L de chica. «For ladies», dice la etiqueta. Y no está uno ya para esos travestismos ajustados.