Me encantan las listas de fin de año, y supongo que por eso refunfuño todos los años al leerlas. Me parecen una oportunidad estupenda para descubrir joyas que te pasaron inadvertidas en su momento: nadie está al tanto de todo, ni siquiera quienes confeccionan las listas, pero todo el mundo cultiva amorosamente su parcelita y muestra al público lo mejor de su cosecha cuando llega diciembre. Por eso me pone muy nervioso la unanimidad, más o menos entendible en las listas colectivas (ya saben, el sistema enaltece lo compartido) pero muy difícil de tragar en las que son una simple selección individual: o todo el mundo ha pasado el año escuchando lo mismo, o a todo el mundo le ha gustado particularmente aquello en lo que coincide con los demás. Vale, hay una tercera posibilidad, la de que realmente haya tres o cuatro discos tan destacados que sacan varios cuerpos a los demás, pero hace muchos años que ya no creo en eso. Llevaré miradas unas cuarenta o cincuenta listas de fin de año, y estoy harto de ver en lo más alto a gente como Arcade Fire (que no me disgustan) o Kanye West (que no me gusta). Qué rollo.
Al final, lo que más interesante me está resultando son las listas menos generalistas, las que se centran en estilos concretos. Por ejemplo, las de PopMatters. Sí, en la de mejores álbumes aparecen Arcade Fire (en el 5), Kanye West (en el 4) y otros dos omnipresentes, The National (en el 2) y Janelle Monáe (en el 1), pero las que me atraen son las otras, las especializadas, también porque las elabora una sola persona y no pasan por el rodillo uniformizador de las votaciones. En la de metal he descubierto a los noruegos y muy amenos Kvelertak (sí, la amenidad es un valor, sobre todo en estos sonidos duretes); en la de punk, a This Moment In Black History y Fuckface; en la experimental, a Solo Andata; en la de bluegrass (!), a los Infamous Stringdusters. Y eso es sólo una muestra de decenas de artistas buenos que yo, al menos, no conocía.
Me despido con dos presentes navideños. El sello Domino Records regala un recopilatorio con lo mejor de su año, desde Orange Juice y The Fall hasta Owen Pallett y These New Puritans. Y el grupo catalán Manel, cuyo villancico Un camell d’Orient me sigue pareciendo una obra maestra del género, ha colgado su nueva nadala, El 25 de gener, con aires de western. Les dejo con Kvelertak.