El cantaor Enrique Morente ha fallecido en la clínica donde llevaba ingresado varios días. Su carrera, larga y profunda, lo convierte en uno de los nombres mayores de lo jondo, un puente único entre la antigüedad remota y el futuro tan difícil de vislumbrar. Pero, además, para quienes contemplamos el flamenco desde fuera, con más curiosidad que conocimiento, Morente ha quedado como el protagonista de una de las fusiones más arriesgadas, casi temeraria, entre la música que le corría por las venas y el rock. En vez de desvirtuar ambos géneros para que casasen, lo que hizo Morente con el grupo Lagartija Nick fue fusionar los extremos, sin contemplaciones ni paños calientes, en un experimento lorquiano que podría haber espantado a unos y a otros y que se convirtió en Omega, monumento de la música española. Despidamos al maestro con el escalofrío eléctrico de Ciudad sin sueño.