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Dios, o quien sea, salve a la Reina

Billy Bragg estrechó el otro día la mano de la reina Isabel, en uno de esos encuentros que parecen desafiar la lógica del mundo. Billy Bragg viene a ser la personificación del izquierdismo en la música británica, un tipo con un impecable historial combativo al que se suele citar como heredero del antifascismo de Woody Guthrie, por mucho que sus mayores éxitos hayan venido de canciones más emotivas que revolucionarias, como A New England o She’s Got A New Spell. La reina Isabel ya saben todos quién es: esa señora de pelo gris que aparece severa e imperturbable en el centro de una familia desquiciada. Y ya ven, al poco de cumplirse el trigésimo aniversario del God Save The Queen de los Pistols, que en su momento pareció el apocalipsis de la monarquía, su sufrida majestad asistió a una interpretación de la Novena de Beethoven con la letra que Bragg ha escrito para el Himno a la alegría y, al final, saludó al cantautor e incluso pidió una copia autografiada de su obra.

La solemne y respetuosa actitud de Bragg ha despertado cierta polémica y amenaza con reavivar la discusión sobre la monarquía, que de vez en cuando sacude la escena musical británica. El hombre ya se ha justificado con un artículo en el Daily Mail donde afirma que siempre ha sido rojo pero nunca se ha definido como antimonárquico, porque cree que esa pelea distrae de los objetivos verdaderamente importantes en un país que mantiene una cámara parlamentaria basada mayormente en los privilegios de clase. Además, se muestra convencido de que la Corona británica afrontará una apacible muerte natural cuando desaparezca la actual reina: “No me imagino a los australianos queriendo poner a Carlos III en sus billetes”. Y recuerda que, en los 80, ya mantuvo un enfrentamiento público sobre este tema con The Housemartins, que se negaron a sumarse a la organización prolaborista Red Wedge porque echaban en falta que se opusiese a la monarquía. Por supuesto, en su texto no podía faltar una referencia a Morrissey, que, si no recuerdo mal, abogó en su momento por utilizar veneno en el té para deshacerse de los “parásitos” de Buckingham. “Probablemente -lamenta Bragg- ahora me borre de su lista de felicitaciones de Navidad”.

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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