Ya se sabe que algunos músicos cambian de estilo según sopla el viento. Si nos gustan, les llamamos camaleónicos, y si no, chaqueteros asquerosos. La historia del rock guarda memoria de volantazos notables, como la deriva tecnopop de Neil Young o la conversión de U2 a la electrónica (el álbum folk de los blackmetaleros ucranianos Drudkh también serviría), pero nada me había preparado para tener ante mí un disco new age de Lou Reed. Bueno, perdón, un disco de «música que sirve de fondo para la vida, para sustituir la cacofonía cotidiana con sonidos nuevos y ordenados de naturaleza imprevisible», por aprovechar su propia descripción. El hombre de la Velvet, de Berlin y de Transformer, el autor de ese monstruo hambriento y cruel que se llama Metal Machine Music, el macarra del rostro granítico, de los picos que cambian la vida y las venas cortadas… ahora va el tío y llena Hudson River Wind Meditations de «sonidos hipnóticos» -de hypnos, sueño, aunque siempre quede más bonito que soporíferos– para acompañar sus entregadas sesiones de meditación y taichi. Por cierto, ¿ustedes logran visualizar a Lou Reed renunciando a su proverbial rigidez para adoptar la postura de la grulla que levanta el ala?
Si el cedé les engancha, pueden complementarlo con el deuvedé Chen Taijiquan, del maestro Ren Guang Yi, en el que Reed brinda fondo musical a las palabras del honorable asiático. Esto es dar buen ejemplo, y no lo de Heroin.