Preguntaron a mi padre si terminaba los juegos que critico. No da tiempo. La horquilla de duración del videojuego moderno va de las 30 a las 80 horas lineales. Pero reconozco que alguno sí, alguno me lo acabo por vicio. Es el caso de ‘No One Lives Forever’ y su secuela, que aparecieron en 2000 y 2002, respectivamente, y brillan como perlas de mar en el fondo del cajón de saldos. ‘NOLF’ (para abreviar) es un juego de acción en primera persona, y al igual que ‘Half-Life’, es tan divertido como original. Lo protagoniza Cate Archer, una espía británica que persigue a la maléfica organización H.A.R.M. En su día se la comparó con la protagonista de ‘Tomb Raider’. En mi opinión, Cate Archer es a Lara Croft lo que Elvis Presley al Príncipe Gitano. Lara es un fenómeno mundial y está encarnada por chicas monísimas, pero como personaje no me parece nada fabulosa.
Aparte de eso, la galería de secundarios de ‘NOLF’ está mejor lograda, y el humor con que parodia el cine de espías combina la fascinación de James Bond con el absurdo de Austin Powers, sin el mal gusto que caracteriza a este último. La joya de la saga ‘NOLF’ es la primera parte. El desarrollo es más fresco, los puzles más intrigantes, los enemigos más cautivadores y las dificultades, todo un reto. Recibió el premio al mejor juego del año, aunque padecía un horroroso defecto: a mitad de la aventura, una sala barrida por rayos láser hacía imposible seguir jugando sin trampas. Rectificaron en ‘NOLF 2’, pero se les fue la mano: les salió demasiado facilón.