Dicen que el fútbol puede ser una diversión, un espectáculo entretenido. Cuesta recordarlo cuando uno observa los rostros de una grada como la de San Mamés el pasado fin de semana. Más parece un sufrimiento consentido y no siempre contenido. Con angustia y poco juego, pero el Athletic volvió a ganar el sábado. Pudo reconciliarse con una afición anclada en la decepción los dos últimos años gracias a un gol de tacón de esos que hacen quitarse el sombrero por su elegancia y sangre fría. Ahí, en el minuto 27, acabó el partido para un Athletic que pareció verse con una renta inesperada y se conjuró para atrincherarse atrás hasta el final. Funcionó aunque bien pudo salir mal. Cerrarse atrás renunciando al ataque es una apuesta arriesgada para un equipo como el de Mané. A eso se dedicó hasta bien entrada la segunda parte en que, tras el susto de la vaselina medida de Villa, comenzó a tener más el balón, a pasar del centro del campo, a defender aún, pero con más garantías. Del encuentro, además de tres puntos vitales, sacamos la fantástica y necesaria recuperación de Ustaritz que, bregando en un lugar poco habitual para él, hizo un gran papel. También tiene esta victoria el valor de haber sabido mantener la puerta a cero ante el Valencia, tras la catástrofe defensiva de El Sardinero. Etxeberria estuvo más fino, Gabilondo vio puerta (algo que le venía faltando), Prieto ofreció su aplomo a la defensa y eso da consistencia a este equipo y también Yeste volvió a ofrecer un par de grandes pases a medida. También me gustaron los cambios de Mané con un gol de ventaja, que optó tras la lesión de Casas por renunciar al ataque de un Iraola que sufría demasiado ante Del Horno y apuntalar además la banda derecha. Y me quedo con un gesto simbólico del interminable descuento: aquel balón que mandó a la banda el Valencia para que atendieran a un jugador del Athletic. Esos detalles, cuando uno pierde por un gol en campo ajeno y está en el descuento, también hacen grande a un equipo. En resumen: tres puntos, al fin, tres puntos. Alguno no se lo cree todavía.