Si usted es del Athletic y, por el motivo que sea, no pudo ver ayer el partido reconózcame que ha vivido un momento de incredulidad, quizá estupefacción, al conocer el resultado de El Sardinero. Cinco goles a cuatro. ¿Pero estos resultados se ven todavía en Primera? Suena al tanteo en el patio de colegio, a pachanga entre amigos, a partido de solteros contra casados. Si además le explican que el Athletic vencía 0-1 al final de la primera parte, ya es para volverse loco. Se marcaron ocho goles en la segunda mitad y sorprendentemente sin que eso significara que uno de los dos equipos se había hundido. Partido de futbolín, fiesta de goles para el espectador ajeno a la cruda realidad rojiblanca.

El choque tiene dos lecturas, además de aquella que habla del espectáculo de auténtica devoción al que nos tiene acostumbrados la afición del Athletic, que volvió a desplazarse en masa para apoyar al equipo. La primera sensación, a la que quizá se agarran a estas horas los viajeros que vuelven de Cantabria cariacontecidos es que el Athletic es capaz de echarle coraje, de marcar cuatro goles, de empatar un 4-2 adverso, de echarle casta a este asunto. La segunda es que no se ha logrado el objetivo que fijó Mané para estos quince días sin Liga, sellar la propia portería, detener – como dijo tan gráficamente al llegar al banquillo- el torrente de goles en contra, que parece que no cesa. Los tantos tampoco llegaron de forma inesperada: tres de Zigic, uno de Garay y uno de Cristian Fernández. En nuestro lado, recuperamos la ilusión de ver acertado a Etxeberria (en dos ocasiones), a Prieto (aunque el portero hizo la ‘estatua’) y a Iraola. Balboa nos volvió locos. Los errores de marca fueron constantes. Viendo las repeticiones, por increíble que parezca, da la sensación de que pudo haber más goles.

Hay otro dato positivo y es que han perdido el Celta y el Levante, ambos equipos y la salvación siguen a una victoria. Y otro punto negativo, que la suerte, que nos había acompañado en Santander en los últimos años, ayer nos fue adversa. Parece que a este equipo le ha mirado un tuerto. Da miedo el calendario que tenemos por delante. Lo urgente es cerrar la puerta de las goleadas en contra. Ganar puntos que necesitamos como el comer. Sé que puede ser difícil de entender para los que se levantaron esta semana de madrugada para comprar una entrada, pero yo prefiero haber caído así en El Sardinero, por duro y frustrante que sea. Con graves errores -que hay que depurar pronto- pero están haciendo aquello que se les pedía. Dar la batalla hasta el último aliento. Así quiero verles en cada partido. Así, sólo así nos salvaremos.