Tomen asiento. La Liga ya está aquí. El Athletic de Caparrós hizo ayer su presentación de largo vistiéndose de corto en San Mamés. Pero el ansiado espectáculo del fútbol se hace esperar y los rojiblancos y navarros nos regalaron un partido flojo, con escasas ocasiones en ambas puertas. El balance del partido -habida cuenta de la situación en la que acabó la temporada el Athletic- es positivo. La defensa se ha reforzado gracias a la presencia del experimentado Aito Ocio y del debutante Koikili. El segundo se ha convertido en la esperanza de la pretemporada. Es posible -aunque pronto aún para saberlo- que tuviéramos en casa lo que estábamos buscando fuera. Ocio demostró que ostenta calidad hasta que fue expulsado en una jugada tonta al borde del pitido final. No me pareció que aquel agarrón conjunto mereciera una segunda amarilla, pero debe medir su sus pasos el ex sevillista: los árbitros han debido tomar buena nota de que le gusta jugar -como el propio defensa reconoció ayer- “al borde de la legalidad”.
Donde falló el Athletic fue en la creación del juego y en ataques, animado por un rival que tampoco hizo mucho más. Ambos equipos dieron la sensación en ciertos tramos del partido de sentirse cómodos con un empate. En el centro del campo, se nos está haciendo eterna la espera de Orbaiz. Con pocas ideas y errores para superar una larga distancia entre líneas, el balón se acabó acomodando en el centro del campo. Y allí se pasó todo el partido. El ataque, además, tenía un aire desangelado. Me gustó que Caparrós mandara un aviso a Llorente con el cambio por Vélez. “Si esta es tu temporada, hay que demostrarlo”, pareció decirle. También acertó al realizar cambios tempranos, que es cuando hay capacidad para intervenir en lo que sucede en el césped.
Demos un par de partidos más de margen a las caras nuevas (o caras viejas que están de vuelta). Y al equipo también. Esto acaba de echar a rodar y el Athletic plantó cara a Osasuna. Es un comienzo.