Me he tomado unos días de respiro antes de hablar de la bochornosa tangana que obligó a la suspensión del partido del Athletic en Holanda. Tenía dos motivos este retraso de mi cita con ustedes. Por un lado, no pude ver el partido porque estaba de viaje y uno se obliga a saber de qué esta hablando. Por otro, no viene mal gozar en estos casos de cierta distancia en el tiempo – tan imposible a menudo para los periodistas, más aún en este medio digital- que nos permite juzgar los hechos con cierta frialdad. Vaya trifulca. Qué mal cuerpo. Me sale escribir unos días después.

Primeros datos. Me cuentan ese mismo día que el árbitro del Vitesse-Athletic se ha visto obligado a suspender el choque en el minuto 78 porque la tarde de fútbol se ha tornado en una velada de boxeo. Un dato a favor: el desastre se inicia con una agresión a Javi Martínez. Uno en contra: nuestro técnico llegó a las manos con el segundo del Vitesse. Días después, segundo apunte. Me cuentan la parcialidad del árbitro y mi padre -que estaba donde hay que estar cuando juega el Athletic, en el campo o delante del televisor- me narra el nerviosismo algo exaltado que mostró Caparrós durante todo el partido. Tiro de la prensa, buscando una tercera impresión. “Lamentable”, “dantesco”, “batalla campal”. Y como siempre, la impresión definitiva: la moviola. Ver las imágenes me produce una mezcla de indignación y vergüenza. Sobra decir que este no es nuestro estilo.

Escuchar algunas declaraciones posteriores me deja cierto estupor. Aitor Ocio, pese a admitir que fue un espectáculo “lamentable”, declara al calor de la gresca que “no es malo que el equipo se agrupe y se haga respetar”. Urge no mezclar churras con merinas. Estas actitudes, por mucho que sean puntuales y en parte anecdóticas, desacreaditan al más pintado. Sí, se trata de un hecho puntual y todos confiamos en que no vuelva a suceder. Pero es necesario marcar la frontera que separa la pillería del juego sucio. Yo espero del Athletic de Caparrós que sea algo más astuto, quizá deberíamos decir menos cándido, de lo que viene siendo. Por ejemplo -en eso que tanto desquicia a muchos en San Mamés- que seamos el único equipo de la Liga que saca las faltas desde más atrás de donde se las hacen. Confío en que aprendamos a hacer faltas técnicas para frenar contrataques. No me parece mal, como me cuentan, que se recuerde a los recogepelotas los ‘tempos’ de un encuentro. Pero no estaría jamás de acuerdo con que el Athletic se convierta en uno de esos equipos ‘marrulleros’, de juego sucio, algo violento y casi siempre ramplón que campean por la Liga. Y, desde luego, confío, exijo como aficionado, que el incidente de la otra tarde sea el último. Nuestro club no se lo merece y nuestro orgullo, últimamente maltrecho pero vivo, no se lo puede permitir.