Si el partido de ayer hubiera acabado en el descanso, hoy estaríamos diciendo que pudimos ver al Athletic que queremos, parafraseando a Félix Sarriugarte. Un equipo con garra, con orden, mucho más serio en defensa que en otras ocasiones, un equipo que -de jugar así en próximos partidos- debe alcanzar la salvación antes de lo que esperábamos. Me gustó el primer dibujo diseñado por Mané, su espíritu ganador, incluso ante la adversidad. El Athletic salió a por el partido y tuvo al Real Madrid en apuros buena parte del partido. Significativos resultaban los gestos desesperados de Capello en el banquillo, las pitadas del Bernabéu y el abrazo de Casillas a sus compañeros tras el segundo gol. Ellos sufrieron mucho para ganar. Iraola les encogió el corazón con un último disparo que, de ir cinco centímetros a la izquierda, hubiera girado todas las crónicas.
Así, por paradójico que parezca, me resulta muy ilusionante esta derrota. Vi a un equipo capaz de plantar a cara en su feudo al Real Madrid, que no se echó atrás para defender ni el 0-1 ni el empate, que logró que muchos mantuviéramos la fe en una remontada que estuvo cerca, que se sobrepuso a la lesión de Orbaiz – lo más preocupante del partido – y a la expulsión de Aduriz (que debió ver la segunda amarilla y no roja directa), que nos transmitió, en fin, que el equipo está más puesto y que mejora en todas sus líneas, incluso en una vital en estos momentos: la motivación. Ya sólo queda lo más difícil. Para que este cambio de imagen no pase de ‘ilusionante’ a ‘ilusorio’ sólo queda mantenerlo en el futuro. Hay mimbres de sobra para seguir en Primera cuando el equipo trabaja como ayer.