Estoy contigo, Lafuente. Eto’o ha sacado los pies del tiesto. Y con Gurpegui, que ayer decía que ha tenido ganas de marcharse del campo y no lo hizo. Yo opino que no lo hizo porque el navarro tiene dos dedos de frente y respeta ese código no escrito según el cual un jugador aguanta la presión y no decide cuándo se acaban los partidos. Ambos han pedido lo evidente: que se deben medir las sanciones porque podría suceder que intentando acabar con el racismo -algo perfectamente loable y compartido por todos- concluyamos en situaciones absurdas según las cuales sólo son graves un tipo de insultos.

Eto’o quiere respeto. Lo queremos todos. Incluso de él, que celebró el campeonato de Liga al grito de “Madrid, cabrón” y que escupió a Expósito en el último Barcelona-Athletic. Sobretodo porque nadie quiere pensar que está utilizando todo esto el autor de la desacertada frase “tengo que correr como un negro para vivir como un blanco”. Y una última idea. Algunos de los que insultan a Eto’o -una actitud, digámoslo una vez más, despreciable y condenable- estoy seguro de que, si se lo encontraran en la calle, le pedirían un autógrafo. ¿Saben por qué? Por el mismo motivo por el que algunos del Zaragoza le insultan a él pero animan a Everthon (que también es de raza negra). Porque quizá no sea sólo un problema de racismo.