Dentro de la Guerra Civil española hubo otra guerra civil a pequeña escala, la italiana, porque había italianos en ambos bandos. Ha quedado la percepción mayoritaria de la Italia fascista que ayudó a Franco, y es normal, porque envió 80.000 soldados, pero los italianos antifascistas que acudieron de forma voluntaria constituyeron una fuerza nada desdeñable, unos 5.000 hombres, con cuatro comandantes de división. Pero no sólo fueron hombres. También hubo mujeres, otra pequeña parte de esa historia totalmente olvidada que ahora sale a la luz gracias a un libro publicado en Italia por la Asociación de Combatientes Antifascistas (AICVAS). Los autores, Augusto Cantaluppi y Marco Puppini, han revuelto los archivos hasta reconstruir las vidas de 63 mujeres, aunque se desconoce el número total y esperan que este volumen, titulado “Non avendo mai preso un fucile tra le mani” (Sin haber cogido nunca un fusil con las manos), abra el camino a nuevos estudios. Cada una de esas biografías es una novela.
La historiografía ya ha explorado el papel de españolas, inglesas y alemanas en la contienda, pero todavía quedaban las italianas, las más numerosas después de las británicas, que acudieron como enfermeras, pero mucho menos organizadas y con menos rastro documental. Las italianas eran en su mayoría anarquistas, que fueron por libre, seguidas de comunistas, a menudo desplazadas por orden del partido, y republicanas. Son vidas atribuladas, vapuleadas por la historia, que van de aquí para allá. Mujeres perseguidas por el fascismo en Italia, que en los años treinta huían a Francia o Bélgica, donde a menudo eran clandestinas, y que al volver eran encarceladas. Luego todas pasaron por el exilio, los campos de concentración en Francia, la Segunda Guerra Mundial, los campos alemanes y a veces el regreso a Italia y la prisión. “Fue una larga batalla de resistencia, de 1936 a 1945, una fuerte experiencia política que marcó sus vidas”, resume Italo Poma, presidente de AICVAS. Un caso significativo: Maria Filippini, que tras la muerte de su marido en el Ebro en 1938, siguió combatiendo y terminó de partisana en 1941 en Bélgica hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, junto a sus tres hijos.
Estas mujeres a veces seguían a sus parejas o hermanos compartiendo sus ideales, pero en sus biografías exhiben una autonomía e emancipación adelantada a su época. Muchas tenían el pelo corto, un escándalo para la época. Fueron más allá del estereotipo del rol femenino en la guerra, de enfermera o cocinera, tenían conciencia política. “No son mujeres que encarnan un ideal heroico, sino que rechazan con valentía el fascismo y el nazismo y traducen los ideales políticos, y a veces las motivaciones personales, en acción. Son defensoras de un ideal que siguen hasta el final como un deber”, argumenta Laura Branciforte, de la Universidad Carlos III en la introducción al volumen.
Además la república española era entonces una referencia porque había prestado mucha atención a las mujeres, les permitió votar y aprobó el divorcio, estaban tuteladas legalmente, cosas que en la Italia fascista sólo podían soñar. La pedagoga Maria Montessori, por ejemplo, dejó su país para instalarse en Barcelona hasta que estalló la guerra. Algunas de estas mujeres vivían ya en España, porque emigraron, o por lazos familiares, o por trabajo, y se quedaron. Maria Olandese, por ejempo, era cantante de ópera y se apuntó a la Cruz Roja en Barcelona. Mientras su marido y su hija, Ada Grossi, que es la última aún con vida de todo el grupo, trabajaron de locutores en la radio republicana en varias lenguas. Hay casos peculiares, como el de Maria Franchini, que viaja a España para asistir al funeral del marido, caído en el frente de Aragón, y decide quedarse para proseguir su lucha.
Una de estas mujeres, Maria Bibbi, escribe en una carta reproducida en el libro con fecha del 28 de octubre de 1936: “Estoy bien y soy feliz por vivir la vida de estos hombres valerosos y es inútil que te diga que espero ser cada vez más útil. Nos estamos preparando para un ataque formidable y espero poderte escribir pronto desde Teruel”. Bibbi, anarquista toscana de Carrara, ya había pasado un par de años en prisión bajo el régimen fascista, tuvo que emigrar a Francia y luego siguió a su hermano a combatir a España. Tras la guerra logró seguir en el país con nombre falso hasta que en 1945 pudo volver a Italia tras la guerra. Murió en 1993.
Las italianas lucharon unos meses en las trincheras hasta el decreto de militarización de Largo Caballero que en octubre de 1936 prohibió la presencia mujeres en el frente. A partir de entonces trabajaron en la retaguardia en hospitales, guarderías de huérfanos, tareas de propaganda, traducción, industria de guerra, y en evacuaciones. De ahí el título del libro. Maria Urbani llegó a realizar labores de espionaje y correo con Francia. Muchas de ellas corrieron numerosos riesgos, pero sólo las peripecias de algunas de estas mujeres eran conocidas. Figuras más famosas como Tina Modotti y otras con peso político, como Teresa Noce, mujer del dirigente Luigi Longo, o Rita Montagnara, la esposa del líder comunista Palmiro Togliatti, que en todo caso tienen importancia propia más allá de su pareja.
Tina Modotti, a quien Pablo Neruda escribió un poema, es el personaje más documentado, por su vida aventurosa. Emigrada a Estados Unidos, luego a México, activa en el mundo político y artístico, retratada por Rivera, fotógrafa, tuvo un papel decisivo en el Socorro Rojo Internacional. Organizó el primer hospital republicano en Madrid, en Cuatro Caminos, se movió en el frente en la unidad de transfusiones y participó en la evacuación de Málaga y Almería. Fue la novia de Vittori Vidali, comandante del Quinto Regimiento, el mando italiano más destacado.
La mayoría de estas italianas eran de la clase trabajadora, pero hay excepciones. El más llamativo es el de la condesa de Huntingdon, Cristina Casati Stampa Del Soncino, casada con un noble inglés y ambos con simpatías comunistas. Aparece incluso en los interrogatorios a sus compatriotas del otro bando capturados en la batalla de Guadalajara. Casi todas estas mujeres sobrevivieron a la guerra, pero al menos tres de las retratadas en el libro cayeron en campo batalla, como Gina Benzo, de la columna Durruti, de la que apenas se sabe su número, el 13361. Otras fueron heridas. Emilia Belviso, ‘Berretina’, enviada con otras seis mujeres por el partido comunista a Radio Barcelona, fue herida en el terrible bombardeo de marzo de 1938 en la capital catalana. Aquella operación fue obra de la aviación italiana, pero a veces en la historia se pueden ver extraños mecanismos de compensación. Para Mussolini la ayuda a Franco constituyó un enorme desembolso económico y aunque en las décadas siguientes Italia se lo hizo pagar lo cierto es que menguó su ejército. “Me gusta pensar que aunque los antifascistas perdieron en España, pusieron las bases y las condiciones para la derrota fascista en la Segunda Guerra Mundial, porque Italia entró muy debilitada en el conflicto”, comenta Italo Poma, cuyo padre fue uno de esos combatientes italianos en España.
Tina Modotti (1896-1942)
Fotógrafa e intelectual, amiga de artistas en Estados Unidos y México, le dedicó un poema Pablo Neruda. Organizó el Socorro Rojo Internacional y el primer hospital republicano en Madrid.
Emma Maria Bronzo (1907-1987)
Casada con un comunista, huyen de Italia en 1934 por los Alpes. En España le asignan peligrosos vuelos nocturnos de abastecimiento de armas. Detenida al volver a Italia, es liberada en 1943 y entra en la resistencia.
Fosca Corsinovi (1897-1972)
Anarquista, sigue a su marido en Francia. Acaba en Barcelona en 1936 de enfermera en el frente de Aragón. Termina en un campo en Francia y en prisión en Italia hasta el fin de la guerra.
Ada Grossi (1917)
Huyendo del fascismo su familia emigra a Argentina y luego a España. En 1936 es locutora de radio en Barcelona. Recluida en un campo francés, se casa con un español y vuelve con él a España. Es la única viva del grupo.
Noemi Maria Missio (1896-1968)
Sigue a su marido, activista, a Francia, Argelia y la guerra de España. Trabaja como mecánica en una fábrica de armas de Barcelona. Se va a Francia donde nace su hijo, al que llama Ibérico.
Teresa Noce (1900-1980)
Comunista y con cargos en el partido, vive en clandestinidad en el fascismo y es enviada a España a tareas de propaganda. Luego entra en la resistencia francesa y acaba en un campo alemán hasta volver a Italia. Era la esposa del importante dirigente comunista Luigi Longo, pero como le dijo en una carta a una camarada, “ninguna de nosotras le ha hecho de secretaria al marido”.
Tosca Tantini (1913-1940)
Anarquista, en 1930 se exilia en Francia con su padre y con 23 años va la guerra de España con su hermano. Combate en el frente en Aragón, donde muere su novio. Vuelve a Francia, donde muere.
(Publicado en El Correo)