La Roma escondida es casi más grande de la que se ve, y tampoco es que haga mucho por dejarse ver. Un ejemplo es la extraña invitación que llegó hace unos días a periodistas extranjeros: “Fray Stefano Tamburo les invita a una comida franciscana y a la visita de la celda de San Francisco, antes de su restauración, en el convento de San Francisco Ripa, en Trastevere”. Sin más. Sinceramente, ni idea de que por allí hubiera pasado alguna vez San Francisco de Asís y mucho menos que se conservara su habitación.
La iglesia es famosa por custodiar una obra maestra, la última escultura de Bernini, el Éxtasis de la Beata Ludovica Albertoni, pero no se suele visitar nada más. Llegado el día Fray Stefano explica que, efectivamente, “ni los romanos saben que por aquí pasó San Francisco y está su celda”. Les gustaría restaurarla y promocionarla, aprovechando el tirón del Papa Francisco. La estancia se cae a pedazos pero no les parece que, en plena crisis, sea momento de reclamar dinero al Estado, porque hay cosas más importantes. Así que han pensado que lo más franciscano es salir a pedirlo, como siempre, pero a la manera de hoy. Han abierto una campaña de recaudación de fondos a través de Internet para reunir los 90.000 euros que necesitan. Pero el caso es que casi nadie se ha enterado, y de la invitación a comer tampoco se deducía, quizá por timidez. Sólo han recaudado hasta ahora una quinta parte. El portal es la plataforma de búsqueda de fondos Kickstarter.com, donde aparecen en un vídeo los directores de cine Franco Zefirelli y Liliana Cavani, que han filmado sendas películas sobre el santo, pidiendo ayuda. Fray Stefano quiere que la prensa le eche una mano, porque el plazo se termina el próximo 11 de abril. Su deseo es que esté lista para el próximo 4 de octubre, festividad del santo, para que la inaugure el Papa.
Una estrecha escalera lleva a la puerta de la celda y dentro se descubre una pequeña sala de paredes ennegrecidas. Es el humo de siglos de velas encendidas en la penumbra, sobre capas seculares de pintura, con una mugre infinita. No se restaura desde 1698 y nadie sabe lo que habrá debajo. La esperanza de los frailes es que, con suerte, aparezca algún grafiti de San Francisco, pues en otros lugares donde residió ha dejado su huella en las paredes, como la letra del ‘tau’, símbolo de la orden. Que haya un fresco es una posibilidad aún más remota. Al fondo hay un altar barroco del siglo XVII, que no pega mucho, pero ahí está. “No, el barroco no es muy franciscano, no”, admite el fraile. En un hueco de la pared se conserva una piedra que, dice la tradición, es en donde se apoyaba San Francisco para dormir. Para él era una especie de cojín. Juan Pablo II estuvo aquí una vez, en 1991. Echó a todo el mundo y se pasó una hora dentro rezando.
“La gente ve, lógicamente, Asís como el centro de la vida de San Francisco, pero vino mucho por Roma, también por Rieti, y siempre se quedaba aquí”, relata el fraile. Unas nueve veces, según los historiadores, entre 1209 y 1223. Lo que queda en pie de esa época es, precisamente, el refectorio, donde se va a comer, y la celda. “Es aquí donde vivió en las semanas previas a su primera visita al papa Inocencio III, en 1209, para que aprobara la orden, y se preparó para verle sirviendo a los enfermos, esto era un hospital”. Fray Stefano cree que es el mensaje más actual que puede transmitir la visita a la celda.
Los frailes, claro está, están encantados con el Papa Francisco: “La crítica que se hacía en el siglo XIII a la Iglesia era que se había convertido en una corte imperial. San Francisco intentó que estuviera en medio de la gente. El Papa de ahora razona del mismo modo. Quiere ser un Francisco del 2000”. Preguntado por las diferencias entre jesuitas y franciscanos Fray Stefano se pone filosófico:
-Somos distintos, pero la Iglesia es como un equipo de fútbol, un buen ataque, jesuitas, y un buen centro del campo, franciscanos.
-Como la Roma.
-Eeeh no, no, como la Lazio.
Ahí sí que surge una divergencia teológica insalvable.
En la pared hay otro hueco, vacío desde que en los ochenta robaron el relicario que contenía restos de San Carlo da Sezze, un santo del siglo XVII. Era el corazón, particularmente valioso para la orden porque, según la tradición, fue atravesado por un rayo que surgió de una hostia consagrada, caso único, por lo visto, en el santoral. En este santuario han robado mucho y hasta se llevaron una ‘Madonna’ de Pinturicchio, nunca recuperada. La propia celda corrió el riesgo de ser destruida en el siglo XVII con unas obras, pese a la oposición de los frailes, pero dicen que San Francisco se apareció en sueños al cardenal que debía decidirlo y le dijo algo así: “¿También de esta casa me queréis echar?”.
El santuario se anticipó al Papa y ya dio un giro hace tres años, cuando decidió actualizar el mensaje franciscano y abrirse a los necesitados. Empezaron a acoger jóvenes sin hogar que viven allí, comen y duermen, como los frailes. Es más, ahora hay 9 franciscanos y 18 inmigrantes de varios países, muchos musulmanes. De Perú, Libia, Pakistán, Bangladesh, Marruecos… El monasterio les ayuda a buscar trabajo o a estudiar. A la hora de comer se juntan frailes, huéspedes y periodistas en el refertorio, de 800 años de antigüedad. Eso era la comida franciscana. Eso y pasta y pollo. Son todos muy majetes y es un ambiente acogedor.
Antes de la despedida, una visita a la iglesia a ver la escultura de Bernini, que siempre quita la respiración. ¿Y hay algo más para ver? Uno de los frailes dice que, bueno, hay otra tumba interesante a la entrada. La de Giorgio De Chirico, dice. ¿El pintor? ¿Está aquí enterrado? Pues sí, es que su mujer era muy devota de San Francisco. Se entra por una pequeña puerta de reja, y resulta que no no sólo está ahí De Chirico, sino que hay colgados tres cuadros suyos. “Y tenemos otros tres guardados”, comenta un fraile. Roma se esconde mucho, no hay manera.
(Publicado en El Correo)
‘Francesco’ (1989), de Liliana Cavani, con un sorprendente Mickey Rourke antes de que echara tripa: