>

Blogs

Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Sin cuartel

He tardado en coger el ritmo tras el regreso, pero por fin puedo contarlo. El regreso a la llamada normalidad en Roma siempre le pone a uno ante situaciones y obstáculos que refuerzan esa sensación de estar en un lugar extraño, donde no rigen las normas del resto del entorno. Occidental, me refiero.

Ya saben, ese tipo de noticias que ustedes ya conocen:

“Menfi, entregadas las casas a las víctimas del
terremoto de Belice después de 46 años”

Belice, en Sicilia, no en Centroamérica. Allí seguramente lo habrían arreglado antes. Hubo un terrible terremoto el 15 de enero de 1968 y hasta ahora todavía quedaban 71 casas por reconstruir a los últimos afectados.

Antes de irme de vacaciones había una gran polémica con el principal candidato a presidente de la federación italiana de fútbol, un tal Carlo Tavecchio. Dijo una de esas sandeces habituales entre algunos energúmenos del mundo del fútbol, hablando de los jugadores extranjeros o, como se dice aquí con un palabro peyorativo, extracomunitarios:

«En Inglaterra ven en los jugadores que entran si tienen profesionalidad para hacerles
jugar, nosotros en cambio si aquí viene Opti Poba (nombre inventado), que antes comía
plátanos, es titular en la Lazio. En Inglaterra debe demostrar su currículum, su pedigrí»

Me fui sin saber si le elegían, porque el racismo es un grave problema del Calcio, a los jugadores negros a veces les tiran plátanos y la FIFA abrió una investigación. Pues bien, en efecto, le eligieron. Ahí anda.

Me esperaba lo de Tavecchio, porque también leí antes de irme la última del famoso capitán Schettino. Ya saben, el que estrelló el crucero ‘Concordia’ contra unos arrecifes, causó 32 muertos y se las piró en una barca mientras se hundía el barco. Pues le habían invitado en la universidad La Sapienza, de Roma, para dar una clase magistral sobre gestión del pánico. En un máster de criminología de la cátedra de psicopatología forense. Luego le dieron un diploma.

Estos días he leído que el instituto de estadística, el Istat, ha considerado otros parámetros para calcular el PIB y ya les sale mucho más a cuenta. Considerando la economía ilegal -droga, prostitución, contrabando- que vale un 0,9%, les sale un 3,7% más de PIB, y todos mucho más contentos. Sumando el dinero negro sube a un 12,4%.

Algunos pájaros de Montalcino, en Toscana (centro) tierra del famoso vino Brunello, lo saben muy bien. El otro día arrestaron a seis elementos y secuestraron 160.000 litros de Brunello de Montalcino y Rosso de Montalcino, por valor de cuatro millones, que en realidad era tintorro del malo.

También fue muy bueno lo del coche del cardenal. El chófer de un anciano cardenal argentino del Vaticano, Jorge María Mejía, de 91 años, hospitalizado por grave enfermedad, llevó el coche al taller para un revisión. Pero al ver la matrícula de la Santa Sede a alguien se le ocurrió que era perfecta para irse a España y traerse un cargamento de cocaína sin que nadie les parara. Dos sujetos se fueron para allá, pero con tan mala suerte que les pararon unos gendarmes franceses en un peaje. Llevaban cuatro kilos de cocaína y 200 gramos de marihuana. El plan era redondo, porque luego podían clavarle al cardenal por la revisión y encima cubrir los gastos del viaje. Llevar el coche al taller es una operación de alto riesgo según en qué sitios, pero aquí uno siempre tiene el alma en vilo.

Hablando de coches, todavía estoy esperando que ENI, coloso energético de este país, me devuelva los 50 euros que me comió una de las máquinas automáticas de sus gasolineras fastasma. Son gasolineras como abandonadas a su suerte, que están por todas partes, también dentro de la ciudad, donde bengalíes o cingaleses ponen una silla y despachan de estrangis a cambio de unas monedas de propina. En una carretera perdida a mi me tragaron los 50 euros, llamé, reclamé, envié un mail y hasta hoy. Qué recuerdos, fue el 19 de febrero. Me dijeron que me harían saber lo antes posible. Hace siete meses. Entretanto han acusado de corrupción internacional a la cúpula del ENI por unas operaciones en Nigeria.

Le he preguntado a un amigo si ha recuperado sus 950 euros y tampoco. Se apuntó a una piscina, pagó un abono y al día siguiente, cuando fue todo contento a nadar, estaba cerrada por orden judicial por algún chanchullo raro, y mejor ni saberlo, porque de repente cierran restaurantes porque son de algún mafioso. Encima parece que sabían desde hace un mes que les iban a cerrar el garito y siguieron trincando pasta sin decir nada. Mi amigo no se quejaba mucho porque había gente que había soltado más de 3.000 euros.

También tengo otra guerra con el lavaplatos. Se rompió, compré uno por internet en uno de los mayores emporios de electrodomésticos italianos y me dijeron que lo tenía en cinco días. Han pasado tres semanas y no sé nada. Llamas y te torean. La vida cotidiana está llena de frentes que surgen en todas direcciones para resolver el asunto más banal, y no digamos los peliagudos. Apenas hemos iniciado el curso y casi ya han acabado conmigo.

Perdonen que les aburra con tonterías personales, pero es para que se hagan una idea. Cada vez que te encuentras con alguien por la calle te pone al día de sus penalidades, movidas de este tipo, que son muy útiles para recabar información de los peligros que te rodean, com si fuera una comunidad sitiada o en precariedad bélica. Es una solidaridad vecinal y humana, de resistencia, en el frenesí de fondo de las batallas personales que todos están librando frente a los elementos.

Por ejemplo, algún vecino utópico del barrio va por ahí con unos papelitos en el bolsillo y cada vez que ve un excremento de perro, muy frecuentes, lo coloca encima. Tranquilos que no se ve nada desagradable:

 

Traducción: “Estos dueños son inciviles y asquerosos”.

No arregla nada, pero se queda a gusto, en su pequeña guerra personal. La gente se para, lee y asiente con satisfacción, les encanta que alguien haga algo.

En cambio otro cartel pegado cerca de mi casa dice así, y no coloco la foto porque es algo más asqueroso que el caso anterior:

“Hombre italiano, 51 años, nunca me he casado, bella presencia, ofrece a mujer extracomunitaria de cualquier edad y nacionalidad, tras una compensación en dinero (a definir), la posibilidad de matrimonio para obtener la ciudadanía italiana. Primer contacto via mail a esta dirección:”

Y tal tal, pone la dirección. El cartel está a cincuenta metros de un comedor de pobres, aunque es aún más curioso que esté a cien metros de una comisaría de los Carabinieri, pero se ve que al autor esto no le causa demasiada impresión. Última frase: “Máxima seriedad y discreción. Alberto”.

En todo esto emerge de nuevo una de las grandes paradojas italianas: no funciona casi nada, pero es rarísimo que alguien te pida disculpas por ello. Con una operación maravillosa ya interiorizada por unos y otros la negligencia colectiva se solventa con un intento de ayuda en el plano personal. No obstante, en ese momento adquiere la categoría de favor -el favor es uno de los grandes mecanismos que mueven Italia, y entonces como usuario tienes que estar agradecido, porque es un detalle que no tendría por qué reservarte el empleado o funcionario que tienes delante. En resumen, que de esperar indignado que te den explicaciones o te pidan perdón tienes que pasar casi a hacer reverencias con sumisión y considerarte afortunado. Nada te corresponde por derecho. Por tanto nadie cree que le correspondan deberes.

 

En Roma están procesando a un cirujano y ocho médicos que cobraron mil euros a una anciana para hacerle saltar la lista de espera y operarla de la espalda. La señora empeñó las joyas de la familia para pagar, pero no les procesan sólo por esto. La pobre mujer murió en la intervención porque le hicieron una chapuza.

A un familiar mío que le dolía un pie le dijeron que había que operar sin falta, y los dos. Por si acaso fue a un médico alemán, por eso de salir del entorno patrio, del que no se fiaba, y le dijo que simplemente tenía una pequeña fractura en un dedo y se curaría sola.

Uno se entera de historias de estas de vez en cuando, cuando las lees en el periódico o cuando le pasan a un conocido.

Sanidad y educación, bases de un país serio, dan cada vez más miedo da en Italia, y no les voy a marear con la aventura de la escuela pública. El paquistaní de la tienda de la esquina, muy majete, me decía que está pensando irse a Londres. ¿Por qué?, le dije. Porque cree que Italia va mal y no está contento con el futuro que le espera aquí a sus hijos. Se queja mucho de la escuela: “Es, cómo se dice, poco, poco, poco competitiva, eso es”. Me fui pensando que su hijo, que hace los deberes por las tardes al lado de la caja registradora, quizá sea el día de mañana el jefe del mío.

He hablado con algunos españoles que acaban de llegar a vivir aquí y están sufriendo el habitual shock. El error es la predisposición: si uno cree que llega a Europa se da el trastazo, es mejor pensar que vas a algún país exótico, con el ánimo abierto a las contrariedades, las sorpresas y las peripecias.

Hace poco me impresionó un amigo, calabrés, afincado en Roma, que vino extasiado de un parque recién abierto en el que había pasado la tarde y lo resumió así:

“Es precioso, todo limpio, en orden, cuidado, no parece que estés en Italia”.

Menos mal que siempre está Mussolini para guiarnos. Esto es lo que pone en un edificio de arquitectura fascista de mi barrio:

“Necesario vencer, más necesario combatir”. Quizá ahora entiendan un poco mejor esa querencia fascista, el deseo de un caudillo o alguien carismático que ponga orden como sea, que persiste en Italia.

Nosotros aquí seguimos, peleando, que sí, de verdad que es muy necesario. Lo de vencer ya ni me lo planteo.

Secuencia de ‘Per un pugno di dollari’ (1964), de Sergio Leone, vecino de mi barrio.

Temas

Otro sitio más de Comunidad de Blogs de elcorreo.com

Sobre el autor


septiembre 2014
MTWTFSS
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728
2930