El banco vaticano, el polémico Instituto para las Obras de Religión (IOR), entra desde ahora en la “Fase Dos”, como la ha llamado la Santa Sede, o año uno después de Francisco. Debería ser una nueva etapa como banco católico decente, sin pufos, sin blanqueo de dinero para mafiosos o políticos corruptos y sin clientes misteriosos, el lastre de las últimas décadas de un banco mezclado en graves escándalos. El saneamiento del IOR es uno de los pilares de credibilidad de la revolución moral que Jorge Mario Bergoglio ha aplicado al Vaticano y, a 16 meses de su elección, parece encarrilado.
La entidad publicó el martes por segunda vez su balance anual, el primero de un ejercicio completo bajo el nuevo Papa, una radiografía del lavado de cara: en el último año, apretando las tuercas, ha cerrado 3.000 cuentas y ha congelado más de 2.000 hasta aclarar lo que hay en ellas o quién está detrás. También ha abandonado inversiones raras de la anterior gestión. Todo ello le ha costado un bajón de beneficios, pues ha pasado de ganar 86,6 millones a 2,9. Es decir, el precio de la limpieza han sido 83,7 millones. Acabado el trabajo sucio, su presidente lo deja. El alemán Ernst Von Freyberg, nombrado de forma controvertida en los últimos días de Benedicto XVI, se va con todo el consejo y entra un nuevo equipo. El sucesor es el francés Jean-Baptiste de Franssu, miembro del Consejo de Economía creado por el Papa en febrero. Son los dos chicos de la foto: De Franssu, a la izquierda, y Von Fryberg, a la derecha. Aseguran que se han hecho muy amigos y no tienen ningún mal rollo, lo que tratándose del IOR es noticia. Al frente de este consejo está el cardenal australiano George Pell, un ‘ministro de Economía’ vaticano que es la nueva figura fuerte del organigrama. Controlará el IOR a partir de ahora.
El esfuerzo de transparencia se empieza a notar hasta en la web del IOR, donde ya casi parece un banco normal. Hasta ahora era todo muy misterioso, pero ya ponen fotos y se ve la cara de sus consejeros, rostros ignotos hasta hace nada. También se lee que tienen 115 empleados. El patrimonio del IOR en 2013 ascendía a 720 millones. Entregó 50 al Vaticano como aportación a sus cuentas y 4 para beneficiencia. Los costes de gestión, 8,3 millones, se han disparado un 35% por las auditorías de Deloitte & Touche y los servicios de la sociedad Promontory, que ha revisado todas las cuentas corrientes una por una a ver lo que había dentro. Son unos fichajes que han sido criticados, como si no fueran capaces de hacer eso los propios empleados del banco, pero se ve que no, la verdad.
Las más de 2.000 cuentas bloqueadas “a la espera de los datos solicitados” pertenecen a 1.329 personas y 762 instituciones. Ahí está lo interesante y a ver cómo acaba, si es que nos enteramos. En cuanto a las cerradas, 2.600 llevaban años inactivas y con pequeñas cantidades, pero en 396 casos se debe a que sus titulares no debían tener esas cuentas. Según las reglas, que se han saltado piadosamente durante décadas, sólo eran para religiosos, empleados vaticanos, que en el IOR cobran sus sueldos y pensiones, y embajadas y diplomáticos acreditados ante la Santa Sede. A esas 396 cerradas hay que sumar otras 359 en trámites de clausura. En resumen, el IOR echa en total a 755 clientes, y es el otro punto con morbo: son los últimos de esos famosos laicos que tenían cuentas sin derecho a ello, sin que se supiera cómo habían llegado a poseerlas, y donde a veces se escondían operaciones turbias. Cerrarlas ha supuesto la salida de 44 millones del IOR.
A fecha de hoy la entidad tiene 15.495 clientes, un 80% de instituciones católicas y un 20% personales, con 6.000 millones de activos. Es significativo el progresivo descenso de titulares, que en 2011 eran 21.000. Son 7.000 que se han largado en tres años, y nadie ha explicado gran cosa, aunque quizá se debe al hecho de que el IOR dejó de ser lo que era, un estupendo paraíso fiscal para fechorías contables. Mirando fechas, debe considerarse que Benedicto XVI emprende, o más bien intenta, una limpieza del IOR a partir de septiembre de 2009, cuando nombra presidente a Ettore Gotti Tedeschi, el hombre del Santander en Italia (chico de la foto). Pero se abrió una feroz lucha interna con el sector que se resistía a los cambios, personificado por el entonces secretario de Estado, Tarcisio Bertone. Perdió Gotti Tedeschi, y de forma clamorosa, defenestrado en 2012 con un comunicado venenosísimo en el prácticamente le acusaban de no dar ni golpe y ser un inútil. Acabó de los nervios, escribiendo un dossier secreto con todo lo que había descubierto y que debía ser divulgado si le pasaba algo, pues dijo temer por su propia vida. Aún no ha abierto la boca sobre lo que pasó, pero como empiece un día puede ser muy interesante. Sí la abrió hace poco el secretario personal de Ratzinger, Georg Gaenswein, que dijo sin rodeos que el cese de Gotti Tedeschi fue a espaldas del Papa. Se lo cargaron sin consultarle, y eso que era su hombre confianza y lo había puesto él.
Aquello fue el ápice de la guerra sucia de ‘Vatileaks’, entre bandos a favor o en contra de una limpieza de porquería en el Vaticano. Casualidad, a Gotti Tedeschi le echaron el mismo día en que arrestaron al mayordomo papal, Paolo Gabriele, por robar documentos del despacho de Benedicto XVI. Ventilado el asunto en un juicio de chirigota le perdonaron y hasta le buscaron un trabajo. El puesto de presidente del IOR quedó libre durante nueve meses, sin muchas prisas por poner a otro, hasta que de repente Benedicto XVI va y dimite en febrero de 2013. Entre otras cosas por ese trasfondo de casa de locos y puñaladas internas en que se había convertido la Curia. Entonces se cerró de la noche a la mañana el largo proceso de selección de candidatos al IOR y a los pocos días Bertone logró colar a Von Freyberg como nuevo presidente antes del cónclave, en un intento de seguir controlando el banco. Quedaba raro que fuera un noble alemán fabricante de buques de guerra, y más raro aún con el Papa que llegó después. Evidentemente con Francisco se acabó el juego. Von Fryberg se adaptó como pudo -le había fichado otra directiva, tal vez con otras prioridades-, tuvo que ponerse las pilas y cumplir las nuevas órdenes: limpieza a fondo y ya mismo. El miércoles compareció ante la prensa con su sucesor y dijo muy contento que ha sido un año poco menos que maravilloso y más o menos que adora la transparencia, esa gran virtud. Es curioso, porque era la primera vez que aparecía por allí: dio su primera rueda de prensa el día que se iba. Ha dado entrevistas, pero el resto de los mortales nunca supimos la voz que tenía hasta el último momento.
“Ha sido un proceso doloroso pero absolutamente necesario que ha puesto las bases para un futuro del IOR exclusivamente dedicado a servir a la misión de Iglesia católica”, ha dicho Von Freyberg antes de irse. Se cierra la siniestra “Fase Uno” del IOR, que en realidad ha durado 72 años, desde que se fundó en 1942.
El balance del IOR no oculta las críticas a la anterior gestión, de forma sibilina. Por ejemplo, por fondos suscritos en Luxemburgo y Malta que han perdido 28,5 millones e inversiones en oro depreciadas por 11,5 millones. No se disimula una pérdida de 15,1 millones atribuible directamente a Bertone, un regalo a la fundación Lux Vide, de un amigo suyo, un escándalo bajo investigación. O los 11 millones utilizados para tapar un agujero de la diócesis italiana de Terni, otra decisión de Bertone. El exnúmero dos del Vaticano ha caído en picado, aunque sigue agarrado a su ático de tropecientos metros cuadrados en San Pedro, encima del Papa y su habitación espartana. Poner al desastre de Bertone al mando de todo fue el gran error de Benedicto XVI, y lo ha pagado muy caro. Su obtusidad se veía a la legua, hasta el mismo día que le hicieron secretario de Estado: contó que se le había aparecido en sueños Juan Pablo II y le había aconsejado aceptar el cargo.
En la presentación oficial del nuevo presidente, Jean-Baptiste de Franssu, quedó claro de una vez por todas que quien manda en las finanzas vaticanas ya no es tanto el ‘número uno’ del IOR, sino el ‘ministro de Economía’ George Pell (chico de la foto), que parece ser uno que no se anda con tonterías. El cardenal australiano hizo de maestro de ceremonias y expuso una amplia reforma del sector financiero de la Santa Sede en el que el IOR, ya desinfestado, será ya una pequeña pieza más. Abandonará las inversiones inmobiliarias para limitarse simplemente a gestionar los ahorros y pagos de curas, monjas, congregaciones y empleados vaticanos. “Será el clásico banco de depósitos y su principal prioridad serán sus clientes”, dijo De Franssu.
Este ejecutivo de 51 años, casado y con cuatro hijos, dirigía hasta ahora en Bruselas una firma de asesoría de fusiones y compras llamada Incipit y hasta 2011, Invesco Europe. Llegó al Vaticano en abril como miembro del Consejo de Economía de Pell. Sustituye a Von Fryberg tras sólo 17 meses. Oficialmente se va porque no se dedicaba a tiempo pleno al IOR, iba y venía de Roma. Pero está claro que el Papa necesitaba marcar el inicio de una nueva etapa. El nuevo consejo de administración tendrá seis laicos de distintos países y, a falta de conocer los dos últimos, no hay ningún italiano, un detalle significativo.
En los próximos dos años la entidad cambiará sus estatutos y trasladará la gestión del patrimonio de acciones e inversiones todas las instituciones vaticanas a una nueva oficina central, Vatican Asset Management (VAM). La otra entidad financiera del pequeño estado, la Administración del Patrimonio de la Santa Sede (Apsa), también salpicada por escándalos, será igualmente remodelada. Parte de su trabajo será absorbido por el ‘ministerio de economía’ y quedará convertido en tesorería, un banco central del Vaticano, como el de cualquier otro país.
Habrá más reformas, para cortar despilfarros y perfeccionar la gestión, y para afrontarlas se crean más comisiones, fórmula que parece ser del agrado del Papa. Cada vez hay más y uno ya se pierde. Un comité técnico estudiará el fondo de pensiones de los empleados de la Santa Sede, que por lo visto está a salvo, y otro, los medios de comunicación. De la oficina de prensa a Radio Vaticana y al diario ‘Osservatore Romano’, que son un coladero de fondos. Será presidido por el británico Lord Christopher Francis Patten, de 70 años, expresidente de la BBC, exministro y exgobernador de Hong Kong.
FIN
En nuestro particular cine club, o quizá cine bluc, porque es al revés, primero se habla y luego se pone la película, ilustramos estas reflexiones con el filme de autor ‘Bertoldo, Bertoldino e Caccasenno’ (1984), de Mario Monicelli:
Sinopsis: Esta película picaresca cuenta las andanzas medievales de tres mangantes timadores, Bertoldo (Ugo Tognazzi), su hijo Bertoldino (Maurizio Nichetti) y fray Cipolla, o cebolla, (Alberto Sordi), un monje sinvergüenza. La escena no necesita mucha traducción, pero por aclarar los detalles, se parte de un botín de monedas de oro que han escondido entre la paja del establo, con la mala suerte de que un asno se lo come todo. Fray Cipolla encuentra la solución con un brebaje inmundo de efectos laxantes que hacen ingerir al pobre animal para sacar a la luz el dinero negro, como en el IOR. Funciona, y además con intereses, porque los crédulos dueños de la posada se creen que el burro defeca oro y le dan un dineral por él. Todo es saberse manejar con el dinero sin muchos escrúpulos.