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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Lui (43): Cavaliere addio

Seguro que se han enterado de esa noticia de impacto que ha causado una gran conmoción en Italia. El presidente de un equipo de fútbol, uno de los grandes e históricos de Europa, ha sido condenado por un fraude fiscal millonario. Así que ha comparecido entre lágrimas, ha asumido que fue “un gran error” y ha anunciado que, “en línea con mi idea de la decencia, el comportamiento y la responsabilidad personal”, afrontará las consecuencias. Ha dimitido de su cargo en el club, no recurrirá la sentencia y entrará en la cárcel para cumplir su condena.

No se emocionen, no se trata del Milan y de Silvio Berlusconi, sino de Uli Hoeness, presidente del Bayern de Munich. Decía que en Italia ha causado sensación porque no están acostumbrados, les parece ciencia ficción. Lo de Hoeness a muchos les parecerá una decisión cuando menos precipitada porque tenía aún muchas alternativas. Por ejemplo, esta guía elemental para convertirse en un estadista:

-Primero recurrir la sentencia, y luego la siguiente hasta el Supremo. Tiempo ganado, mínimo dos o tres años.
-Acusar a los jueces de persecución y al resto de los equipos de la liga de haber urdido una conspiración.
-Dilatar los juicios con todas las estrategias posibles, desde recusar el juez por manifiesta hostilidad a exigir el cambio geográfico del tribunal. En el caso de Italia, que el plazo de prescripción del delito empiece a contar cuando se comete, no cuando se descubre, ayuda mucho.
-Más en serio, entrar en política, fundar un partido y sostener que a uno le persiguen porque la gente le vota, y que por eso mismo no le pueden perseguir.
-En el caso de llegar al poder, aprobar leyes que anulen o rebajen los delitos imputados.
-Por si acaso, pedir y concederse una ley de inmunidad.
-Si nada de esto funciona y en caso extremo de condena firme y expulsión del Parlamento,  denunciar un golpe de estado, exigir la concesión de una gracia, pero sin tener que pedirla, y pese a todo encabezar la campaña electoral para las siguientes elecciones.

En resumen, Hoeness no tiene ni idea. Berlusconi, ese modelo de estadista, ha aguantado así veinte años. Pero a todo el mundo le llega su hora y ayer se llevó uno de los palos de su vida. La condena firme por fraude fiscal del pasado mes de agosto no sólo le ha dejado sin escaño en el Senado, de donde fue expulsado en noviembre. No sólo, por tanto, sin inmunidad parlamentaria. Y no sólo no podrá presentarse a unas elecciones en seis años ni votar en dos. Lo último, noticia de ayer, es que ha perdido el título honorífico de ‘cavaliere del lavoro’, concedido en 1977 cuando descollaba como constructor. En otro caso no hubiera sido llamativo, pero en el suyo significa el fin de su histórico sobrenombre, ‘il Cavaliere’. Ya no se le podrá llamar así y es un problema para los sinónimos que usan los periodistas, era muy socorrido. Es el último y más vistoso rasgo de su identidad pública en caer estrepitosamente. Una de esas metáforas que cierra una época.

Esta foto es del día que le nombraron ‘cavaliere’:

El título de ‘cavaliere’, una condecoración a los méritos en el trabajo, es incompatible con algunos delitos que, lógicamente, quitan todo mérito a ese trabajo, como el fraude fiscal o la corrupción. Es el caso de Berlusconi, según han probado los tribunales en varias ocasiones pero esta vez de forma definitiva. El Tribunal Supremo rechazó el martes por la noche el último recurso de los abogados del exprimer ministro y la sentencia ya es irrevocable. Para empezar, acaba con toda posibilidad de que el líder de la derecha italiana se pueda presentar a las próximas elecciones europeas de mayo, como andaba fantaseando.

Tras la sentencia del martes la Federación Nacional de los ‘Cavalieri del Lavoro’, más de quinientos tíos, se reunió ayer para decidir la retirada del título a tan ilustre miembro. Sin embargo, según anunció la institución, ha sido el propio ‘Cavaliere’ el que ha  renunciado al cargo. Tal vez para evitar la humillación de una expulsión -se suele utilizar el argumento de “indignidad”- ha enviado una carta en la que se autosuspende del título.

El siguiente paso es la ejecución de la pena -cuatro años de cárcel reducidos a uno por un indulto- y la fecha clave es el próximo 10 de abril. Ese día se reúne el tribunal que decidirá si el magnate debe cumplir la condena en arresto domiciliario o si le concede la posibilidad de realizar servicios sociales alternativos de voluntariado. Depende de su buena conducta, por eso está últimamente más calladito, aunque sigue pensando que la sentencia es fruto de una conspiración y es un golpe de Estado de la magistratura comunista. De todos modos se propone hacer la campaña electoral, donde al menos podrá explotar el papel de víctima y mártir de la Justicia. Sigue corriendo el rumor de que quizá convenza a su hija mayor, Marina, presidenta de Mondadori, o la pequeña Barbara para que se presenten. Todo para que siga apareciendo el apellido Berlusconi en los carteles electorales. ¿Por qué? Porque los sondeos indican que si Berlusconi, o un pasmarote de igual nombre, no encabeza las listas de Forza Italia el partido pierde varios puntos. En Alemania quizá sería al revés, ganaría puntos si no estuviera Berlusconi. Quizá por eso les parece normal que Hoeness vaya a la cárcel y no se moleste en hacer más tonterías.

 

Y este Uli Hoeness. Cualquier parecido con el otro reo es pura coincidencia.

 

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