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Renzi en formato teletienda

 

 

 

 

Matteo Renzi se estrenó ayer en rueda de prensa tras un consejo de ministros para presentar por todo lo alto su primer y vistoso plan de medidas de choque, algunas de las cuales definió en varias ocasiones como “impresionantes”, “históricas” o incluso “increíbles”. Pero casi más histórico de lo que dijo fue cómo lo dijo. Hasta ahora el nuevo primer ministro italiano había mostrado desparpajo y talante mediático, pero ayer rozó el tono de cachondeo entre colegas, con chistes e ironías, y se comportó como un presentador de teletienda. La sensación que genera quien quiere colar un juego de cacerolas aumentaba con el aspecto de las pantallas que iba pasando: parecían folletos de supermercado. Pero estaba claro que no hablaba a los periodistas, ni a los políticos, estaba hablando a la tele con lenguaje de la tele. A la gente que estaba viendo la tele. Cuando anunció con gran sonrisa de premio gordo que en marzo va a subastar en Internet 100 coches oficiales nació la sospecha de algo impensable: puede que como embaucador supere a Berlusconi.

El mal rollo que todo esto transmitió ayer, catarsis de los  reproches de superficialidad que se le hacen a Renzi, puede ser disipado si realmente cumple todo lo que prometió. El tiempo le pondrá rápido en su sitio. Es verdad que hizo anuncios interesantes y novedosos, pero también que se habían adelantado muchos más y aún deben pasar por la trituradora del Parlamento. El más palpable es la reducción de retenciones en nóminas para las rentas bajas, inferiores a 25.000 euros anuales. Es decir, como Renzi repitió hasta la saciedad, que a partir de mayo 10 millones de italianos que cobran menos de 1.500 euros al mes tendrán unos 85 euros más de salario. Es un pequeño paso y se puede tachar de populista, pero lo cierto es que nadie jamás lo había dado. También rebajará un 10% el IRAP, un impuesto que deben pagar las empresas, y lo compensará por otro lado con un aumento de las tasas sobre las rentas financieras del 20% al 26%. Además confirmó el desbloqueo de 68.000 millones para saldar las deudas de la Administración con proveedores, 3,5 millones para mejoras urbanísticas en escuelas, que se caen a pedazos, y un plan de vivienda de 1,5 millones.

La pregunta, como siempre, es de dónde saldrá el dinero y Renzi no ayudó a aclararlo. Pasaba de conceptos vagos a bombardeos de números, todo muy confuso. Además no hay ningún texto legal que ponga todo por escrito, sino que aún se debe hacer. Ayer por primera vez no estuvo fresco, se aturullaba y exageraba la informalidad. Ante el tono de escepticismo de los periodistas, sobre todo con las grandes reformas institucionales, recurrió de nuevo a poner la mano en el fuego. El único momento serio fue cuando aseguró que si no consigue eliminar el Senado, punto central de su proyecto de cambio, “consideraré cerrada mi carrera política”. Los enemigos de Renzi, que cada vez son más, ya saben lo que tienen que hacer para quitarle del medio: bloquear la reforma del Senado. Es decir, aún más de lo que lo están haciendo. Eso es dar pistas de forma peligrosa.

Renzi llegó al menos a la rueda de prensa con un primer resultado tangible, la aprobación esa mañana en la Cámara de Diputados de la vital reforma del sistema electoral. Es esencial para permitir en el futuro Gobiernos estables y sólidos, no como hasta ahora. Sin embargo ha sido sólo la primera batalla un camino aún largo e incierto. Queda que la ley pase por el Senado, donde su mayoría es más débil -obtuvo la confianza por sólo nueve votos-, y además este primer paso ya ha exigido una pelea extenuante. Algunos puntos clave se han aprobado por los pelos, se cayó con el voto secreto la paridad de sexos en las listas y, lo más importante, Renzi ha comprobado que su principal enemigo está en su propio partido. Parte del Partido Demócrata (PD), oculto en el voto secreto, le hace la guerra y quien está salvando el Gobierno es… ¿hace falta adivinarlo? Sí, él, Silvio Berlusconi. Renzi depende de él, su partido sigue tozudamente sus pulsiones suicidas para destruirle aunque se tenga que hundir con él. En su cruzada mesiánica también está chocando con la patronal y los sindicatos. Le rodea el vértigo del equilibrista, y eso sí que es puro espectáculo.

(Publicado hoy en El Correo)

 

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