Para comprender lo que está crujiendo en Italia con Beppe Grillo, lo que le está pasando a Matteo Renzi y la empresa titánica a la que se enfrenta es muy útil recordar una de las metáforas más perfectas de la política italiana, el manual Cencelli. Deberán permitirme un amplio preámbulo hasta entrar en materia, en la actualidad, pero verán que sé lo que hago, creo.
Massimiliano Cencelli era un dirigente de Democracia Cristiana, o la DC, a secas, como se suele decir, que tuvo una idea genial en 1967 para repartirse el botín del poder. Nótese que han pasado casi cincuenta años, medio siglo, pero ahí andamos todavía. La DC, el partido de Giulio Andreotti (chico de la foto), fue la formación dominante en Italia desde la posguerra hasta los noventa, cuando se derrumbó el sistema establecido en la Guerra Fría tras la caída del Muro y con la operación contra la corrupción ‘Manos Limpias’. Aún así, y porque estamos en Italia, la DC no era un bloque monolítico. Quítense de la cabeza los clichés españoles del PP o el PSOE. Si en Italia hay decenas de partidos, cada uno de ellos se deshilacha en infinitos matices. Todos quieren mandar y una poltrona importante. Para eso se han inventado las corrientes internas, cada una con su jefecillo, sus subordinados, sus respectivas clientelas, alimentadas por sus correspondientes votantes.
Era un circuito alimentado por las listas electorales abiertas, y por eso se eliminaron en 1993. Imaginen cada uno de estos miles de circuitos como un aspirador de dinero público. El riesgo evidente era romper el invento con las rencillas internas, porque este quería tal ministerio y el de más allá colocar a su cuñado en el consejo de administración de la sociedad de hidrocarburos. Por eso Cencelli ideó en 1967 una fórmula matemática, un auténtico manual, para repartirse científicamente los cargos y los puestazos, en exacta proporción con el peso interno en el partido, según los sucesivos congresos que lo iban radiografiando o, en los Ejecutivos, en función del resultado electoral de cada socio. Así no había protestas. Porque tampoco la DC lograba nunca gobernar sola. Había un sistema proporcional que fragmentaba el resultado de las elecciones, y por eso salían Gobiernos con ensaladas de siglas que duraban una media de seis meses. El sistema electoral también se cambió en 1993 a uno mayoritario. Por todo ello se empezó a decir que entonces comenzó una Segunda República, que agoniza hasta hoy y se supone que se quiere abandonar con las grandes reformas que están sobre la mesa.
El manual Cencelli puso un poco de orden. La corrupción, cuanto más bien organizada y engrasada esté, menos dará en el ojo. Es mucho más peligroso ir a salto de mata. Por eso pienso a veces que, pese a las apariencias, tal vez en Italia no haya más que en España, porque quizá en España está mejor organizada y sale menos a la luz. Hay muy pocos partidos y en algunas zonas, incluso, son hegemónicos de toda la vida.
Cerrado el inciso aclaro que el reparto de poder del manual Cencelli no implica necesariamente corrupción, que luego puede venir o no, sino algo más sutil: la concepción de lo público en Italia como coto de los partidos. Porque ese sistema ha seguido vigente hasta hoy. Por eso hay quien sostiene -Grillo, por ejemplo- que lo de Italia no es una democracia, sino una ‘partitocracia’. De hecho los ‘grillinos’ subrayan siempre que no son un partido, como si fuera sinónimo de banda de delincuentes, sino un movimiento, el Movimiento Cinco Estrellas (M5S).
También es prueba de la ‘partitocracia’ otro palabro: ‘lottizzazione’, es decir, dividir algo en lotes. El ejemplo más clásico es la RAI. En Italia hay tres canales de televisión pública porque en su día, a partir de los setenta, necesitaban repartirla entre tres, los tres grandes partidos: RAI 1 fue para la DC, RAI 2 acabó siendo de los socialistas, el PSI, y RAI3, del Partido Comunista. Todavía hoy tienen esa impronta, sobre todo la tercera cadena, la más rojeras, pues la DC y el PSI fueron sepultados por ‘Manos Limpias’. Pero ha quedado la inercia de que RAI 1 esté directamente al servicio del partido en el poder. También, obviamente, cuando el primer ministro era Silvio Berlusconi, aunque ya tenía tres de las cuatro privadas.
Esta locura de la RAI se traduce en que tienes tres informativos, cada uno a su aire, y en el extranjero tiene cada uno su corresponsal, etcétera. Ya sé lo que está ustedes pensando: ¡pe-pero así se gasta el dinero tres veces! Efectivamente. ¿No sería mejor una sola televisión pública independiente? Pero qué cosas se les ocurren, ¿y dónde colocarían los partidos a sus amigos? Pues es así con todo, en la vasta constelación de entidades públicas con poltronas estratificadas y centuplicadas en progresión geométrica con el paso de los años. De ahí otros dos vocablos entrañables: el ‘raccomandato’, o sea, el enchufado, que llega a un sitio en la cuota de un partido, y el ‘trombato’ -literalmente, el ‘follado’-, es decir a uno que se lo han follado, porque no ha salido elegido en las elecciones o se lo han cargado en un puesto por otro apaño y deben recolocar en algún sitio.
Así llegamos a una poltrona emblemática y otro término clásico: el mítico ‘sottosegretario’. En fin, el subsecretario. La pelea por los ministros es muy de escaparate, y sí, se reparte el pastel, pero donde realmente está la guerra y los trozos buenos es en el ejército de subsecretarios de cada ministerio. De hecho la prensa italiana los incluye naturalmente en su extenuante enumeración de la tripulación de cada Gobierno. Récord de Romano Prodi en 2006: 103 tíos, repartido entre 26 ministros, 10 viceministros y 66 subsecretarios. Es el paroxismo de lo que contamos, porque el Ejecutivo en sí era una alianza de ocho partidos -y recuerden, cada uno con sus corrientes y arroyuelos-, pero le sostenían también otras tres formación que sólo trincaron subsecretarios y once más en el Parlamento, pero sin pillar cacho. Es un Gobierno que no hizo nada, paralizado por vetos y chantajes internos, y malvivió casi dos años. Piensen en ponerlos de acuerdo a todos. Y si encima tienes a Berlusconi comprándote senadores para dejarte sin mayoría -le están procesando por esta acusación-, pues apaga y vámonos.
Esta es la tupida telaraña del poder en Italia. Bien, ahora llega Renzi y dice que todo esto se tiene que acabar, que él es distinto y no le para nadie. Aunque Grillo lo dijo antes y gracias al miedo que le tienen los partidos de siempre se han puesto un poco las pilas. Renzi nombra sus ministros y no es para emocionarse, pero mediáticamente algo hace: mitad de mujeres, el más joven de la historia (47 años de media) y el Gobierno con menos ministros. Ya, ya, pensó todo el mundo, pero ahora viene la prueba del algodón: los subsecretarios. Es ahí donde se paga peaje y uno se entrampa en el pasteleo. No es casual que en italiano se diga ‘scendere a un compromesso’, descender a un compromiso, bajarse del pedestal para pactar. Allí le esperaban y, en efecto, surgió un pestazo muy familiar a mamoneo. Y un olor muy definible de pactos inconfesables con Berlusconi, que ha prometido apoyarle en algunas reformas. Sólo les digo que uno de los subsecretarios había escrito la vergonzosa ley de inmunidad, luego declarada inconstitucional, con la que el magnate intentó burlar sus juicios.
Por no aburrir más nos vamos a fijar en el caso más significativo, Antonio Gentile, 63 años, subsecretario de Infraestructuras y Transportes. Alias ‘Tonino’ (chico de la foto). Tonino, antes del PSI, luego diputado de Berlusconi y ahora con su delfín Angelino Alfano, pidió en su día el Nobel para la Paz para Silvio Berlusconi por haber acercado Occidente a Vladimir Putin. No hagan risas con lo de Ucrania, es la coyuntura, que ha cambiado. Pero esto son detalles de color, lo importante es de dónde sale este señor. Tonino es la punta de lanza de un sistema, uno de esos microsistemas ramificados que coloniza el Estado y succiona sus infinitas posibilidades. En este caso el microsistema reside en Cosenza, Calabria, 69.000 habitantes, donde hermanos, hijos, sobrinos y demás parientes de Gentile están bien colocados. “No hay un ente público en el que no se siente un Gentile”, ha dicho Paolo Pollichieni, uno de los autores del libro ‘Casta Calabra’. Del Gobierno regional a los sindicatos o las organizaciones empresariales. Se calcula que de ese modo Tonino Gentile controla un buen paquete de 20.000 votos, que en la política italiana son como fichas en la mesa de póker. Si se le suman los otros cuatro senadores de Calabria del partido de Alfano hacen piña y son imprescindibles para la mayoría justita de Renzi en el Senado. Así que Renzi tiene que tragar con la cuota calabresa entre los subsecretarios, porque si no tiene un problema. Ya sé que parece todo muy provinciano, pero así es Italia, tribal, pequeños y grandes grupos que se hacen la guerra, cada uno a lo suyo. Italia es lo de menos. Por eso un ‘lobby’ de Cosenza, que es más pequeño que Moratalaz, puede mover sus hilos al más alto nivel en Roma. E Italia está infestada de ellos. Tiene 60 millones de habitantes cuyo lema, como decían Leo Longanesi o Ennio Flaiano, es “tengo familia”.
Gentile terminó dimitiendo la semana pasada porque trascendió un suceso sobre cómo se las gasta en su territorio. Un diario local, ‘L’Ora de Calabria’, iba a sacar una información sobre una investigación que ha salpicado a su hijo Andrea y el editor recibió fuertes presiones para que no lo hiciera. El diario publicó, de hecho, una llamada grabada del responsable de la imprenta al editor, que se negó a ceder. De todos modos no hizo falta, porque misteriosamente esa noche se averió la rotativa.
Es otra hija de Gentile, Katya, la que nos ha regalado un vídeo impagable para mostrar de un plumazo, y sin enrollarme más, cómo se perpetúa el sistema de poder. Katya se presentó a las municipales de Cosenza con este anuncio electoral:
Es una idea tan genial como el manual Cencelli. La primera cara que aparece es la de su padre Pino Gentile, hermano de ‘Tonino’ y asesor del Gobierno regional, ahora bajo investigación. También fue alcalde de Cosenza. Pero luego esa cara se transforma en la de su hija Katya, para hacer ver que son la misma cosa, que no cambia nada, que votarle a ella es votarle a él, que sigue la historia (‘storikamente’, con “k” de Katya). Ella promete a los ciudadanos “todo mi entusiasmo, todo mi empeño, toda la mía capacidad de escucha”. Salió elegida la primera, pero no se crean, con 917 votos. Fue nombrada teniente de alcalde. Luego la echaron, en otra de esas guerras internas con el alcalde, que a su vez tenía otro hermano parlamentario.
Dicho esto, piensen ahora lo que está en juego y las conspiraciones que estarán abiertas viendo que Renzi se propone, por ejemplo, eliminar el Senado y cambiar el sistema electoral. O también pueden pensar, siguiendo ese infalible tópico del Gattopardo, que al final todo cambiará pero no cambiará nada. Esto de los subsecretarios ha sido una luz de esperanza para quienes esperan que Renzi, en el fondo, sea uno de los suyos.
Por su parte, Massimiliano Cencelli escribió un carta el pasado 22 de febrero al diario romano ‘Il Tempo’, en el que aseguraba que Renzi había aplicado a la letra su manual a la hora de formar Gobierno y repartir las poltronas. “He vuelto a ganar yo”, concluía.